ESTAMPAS – III
ELLA
Ella, que siempre estuvo allí donde se la necesitó, es ahora una
muñeca rota, un mueble desvencijado relegado por la felicidad al olvido.
Ella, que lució una piel tersa y sonrosada, muestra ahora los surcos
y las cicatrices que el tiempo ha esculpido en su frágil anatomía.
Ella, que iba sembrando alegría y sonrisas a lo largo del camino,
hoy solo entona tristes lamentos y melancólicos suspiros.
Ella, que alimentó esperanzas y amamantó ilusiones, no espera ya
volver a bailar un tango con la luna o nadar desnuda bajo una lluvia de verano.
Ella, que amó sin intereses ni condiciones, hoy añora aquella
complicidad que antaño compartió y la perdida inocencia de mil caricias, al
ritmo de los latidos de dos corazones.
Ella, que disfrutó un hogar rebosante de comensales alrededor de
una mesa y de sábanas blancas ondeando bajo un cielo azul, deambula ahora entre
silencios por los pasillos de su obligada soledad.
Ella, que abrazó apasionadamente la vida, se arrastra perezosa
hacia los brazos de la dulce muerte.
Ella, que salpicó de brillantes colores los valles de una juventud
que se despeñó en los abismos de los tiempos.
Ella, que fue y que es, seguirá perfumando con su esencia cada rama
de aliento brotada de su raíz, regada de voluntad, de sacrificio y de entrega.
Ella, principio y fin,
cielo y tierra, hielo y fuego,
nido y alas,
lluvia y sol, calma y trueno.
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