Hemos pasado unos días en Portugal. Nos hemos alojado en el hotel Sheraton de Oporto, pero también hemos visitado Braga y Guimarães.
Oporto se ubica en el norte de Portugal, entre el Duero y el Atlántico, y es la segunda ciudad más grande del país luso, detrás de Lisboa. Goza de imponentes puentes, fechados en distintas épocas y de diversos estilos arquitectónicos. Son famosos sus azulejos decorativos y su exquisito vino.
Hicimos un paseo nocturno en un Rabelo tradicional, mientras nos servían un suculento aperitivo al tiempo que conversábamos con los compañeros de grupo. Nos llevaron desde el puente de Arrábida hasta el puente de Freixo. Entre ellos, cruzamos el puente de D. Luis, el puente del Infante D. Enrique, el puente de María Pía y el puente de Sao Joao.
Tras el paseo, fuimos a cenar al restaurante Vinum, y seguidamente regresamos al hotel.
Al día siguiente, después de desayunar, visitamos Braga: su centro histórico, sus plazas, sus jardines, el claustro y la iglesia de la catedral del siglo XI, y el santuario del Buen Jesús, donde tuvimos ocasión de montar en un singular funicular hidráulico. El almuerzo lo disfrutamos en el restaurante del Hotel do Elevador, en un entorno precioso.
A media tarde tomamos un café y los típicos pasteles de Belén en el famoso local A Brasileira.
De vuelta en Oporto, tuvimos tiempo para hacer algunas compras por el centro, antes de volver al hotel para arreglarnos para la cena.
La cena se celebró en Casa dos Arcos, en el barrio de Boavista, muy cerca de nuestro hotel.
La siguiente jornada fue muy divertida. Nos montamos en unos tuk tuks eléctricos para visitar la ciudad cómodamente, por calles estrechas, parando en los puntos más importantes y tomando un tentempié que nos sirvieron a media mañana.
Entramos a visitar las bodegas Calem, al otro lado del Duero, pero que ya no pertenecen al término municipal de Oporto, sino a Vila Nova de Gaia. Nos invitaron a una degustación de sus caldos.
Almorzamos en el Café Guarany, también conocido como el "Café de los músicos".
Por la tarde nos llevaron a visitar el Palacio de la Bolsa y la conocida librería Lello, a la que accedimos pagando la correspondiente entrada, y afortunadamente sin tener que guardar cola, que se extendía calle abajo y daba la vuelta por la calle siguiente.
Esa noche cenamos en la Terminal de Cruceros de Leixoes, un lugar arquitectónicamente fascinante. Después de la cena, nos arrancamos a bailar con la música de un Dj contratado para la ocasión, entre copita y copita, y aguantamos hasta altas horas de la madrugada, como en nuestros mejores años...
El último día, después de desayunar y desalojar la habitación del hotel, nos trasladaron a Guimarães, ciudad donde visitamos su castillo, el Palacio de los Duques de Bragança, la muralla y varias iglesias del casco antiguo.
Y, desde allí, después de una exquisita comida de despedida en un típico restaurante, cada mochuelo a su olivo. Se acabó el turismo, de momento...