La caldera Santorini es una gran caldera, parte de la cual se encuentra sumergida, que se encuentra en la zona sur del mar Egeo, a 120 kilómetros de Creta en Grecia. Por encima de la superficie del mar está el grupo circular de las islas de Santorini, que se compone de Santorini (también llamada Thera), que es la isla principal, Therasia y Aspronisi en la periferia, y las dos islas Kameni en el centro del grupo.
Decidimos Mane y yo hacer una excursión programada a la caldera, que incluía paseo en barco hasta la isla Nueva Kameni, a cuya cima subimos para disfrutar de las impresionantes vistas, y después el barco nos llevaría a la isla Palea Kameni, en la que los pasajeros podrían darse un baño en aguas calientes por efecto del volcán. Un atractivo plan y un irresistible reclamo para mí, porque era consciente que Mane no saltaría al agua desde el barco.
Lo primero era bajar desde la ciudad de Fira hasta su puerto. Había dos opciones: en burro o en funicular. A los pobres animales no quisimos martirizarlos, solo nos hicimos fotos con los de mentirijillas.
La bajada en funicular nos mostró interesantes perspectivas del paisaje.
Una vez en el puerto, dimos una vuelta de reconocimiento, y cuando llegó la hora, subimos a nuestro barco.
La travesía fue un regalo para los sentidos, sobre todo la vista. Todo es tan azul, que hasta el alma se torna de ese color.
Llegamos a Nea Kameni, y nos dieron un tiempo suficiente para subir a la cima, deleitarnos con las vistas y hacer fotos.
De vuelta al barco, para encaminarnos al baño prometido.
Había que saltar al agua, y nadar hasta llegar a una mancha de agua marrón que emergía caliente del volcán. La expedición constaba de tres barcos, y tuve que bordear dos de ellos nadando, por lo que Mane me perdió de vista para poder sacar fotografías. Pero una de esas cabecinas que se ven es la mía, os lo juro por Snoopy.
Emprendimos la vuelta, yo encantada con la experiencia incomparable y satisfecha de no haber necesitado ayuda de nadie, después de comprobar cómo algunos de los bañistas, cansados de nadar, precisaron de flotadores e incluso de socorristas para volver al barco.
Volvimos a montar en el funicular, para dar por terminada la fascinante excursión.
Nos dimos un buen homenaje en un típico restaurante griego, y un café y copita en Diverso, un local del marido de la popular Cristina Pedroche, David Muñoz, que extiende sus fronteras como empresario.
Y colorín, colorado...