Aquel romántico bolero que decía: “Sevilla tuvo que ser, con su lunita plateada…”, podemos tararearlo con esta otra letra: “Badajoz tuvo que ser, con su melón piel de sapo…”.
La infanta Elena se pasó por el forro el aburrido y real protocolo al visitarnos este último fin de semana, con motivo de una competición hípica. Pero se enteró que en la Plaza Alta se celebraba la fiesta de la Almossassa, y no pudo resistir la tentación de pasear entre los puestos del mercadillo medieval, con su habitual gesto sonriente y con la naturalidad y sencillez que la caracterizan, dejando que los móviles de los plebeyos allí presentes inmortalizasen el momento. Tan campechana es que también sorprendió a los clientes de una frutería, en la que adquirió algunos artículos.
Ya de regreso a Madrid, esa misma tarde, se acercó a la clínica Quirón para interesarse por la evolución de su padre tras la operación de cadera a la que se sometió el martes pasado. Cuando bajaba del coche, que ella misma conducía, los fotógrafos han captado que portaba en las manos una bolsa, en cuyo interior se distinguía perfectamente el contenido: un melón que supuestamente llevaba como obsequio para su real padre.
No es que se haya estirado mucho, pero la intención es lo que cuenta. Y no era un melón piel de sapo corriente: era el melón del rey. De aquí, de Badajoz, los mejores.