Trenza tu mano, desnuda de maldad,
con la mía, de tu alma perdida refugio certero.
No son necesarios regalos, promesas o palabras
para demostrar amor puro y sincero.
Basta este roce silencioso para soportar
el sufrimiento callado, los días en blanco y negro.
Sutil caricia, infinita gratitud concentrada en la palma de
mi mano,
en la yema de mis dedos.
Por todos los días que marcaste
el camino de mis pasos vacilantes, la senda de mis anhelos,
aférrate a mi mano: quiero ser
el lazarillo de tus ojos ciegos,
el último aliento en los renglones de tu vida,
el bastón de todos tus miedos.