IA & IBM
Inma siempre fue la primera de la lista de su clase en el colegio, hasta donde alcanza su memoria. Se apellida Abril.
Vivía con su familia en un pueblecito extremeño, con pocos habitantes, en medio de un entorno paradisíaco, donde era feliz y se sentía querida y protegida.
Cuando Inma terminó la Primaria, en una escuela rural de escasos alumnos y, teniendo en cuenta que su pueblo no contaba con instituto, la única opción a la que podía aferrarse para cursar su etapa de Secundaria era matricularse en la capital de provincia. Un autobús escolar la trasladaría cada mañana para acudir puntualmente al horario de clases, junto a otros escolares en su misma situación, y la devolvería a su domicilio al término de la jornada lectiva.
Hasta este momento, Inma se había relacionado con los niños de su entorno sin ningún problema digno de mención. Era una niña muy despierta y aplicada, inteligente y espontánea, curiosa y divertida. Hasta este momento.
Iniciar el curso en una ciudad que le era ajena y mezclarse con niños que no conocía de antemano, suponía para Inma un reto que estaba dispuesta a afrontar con valentía y determinación. Lo que no había imaginado es que flaquearía en su intento a medida que el curso avanzaba, cuando fue descubriendo que integrarse en aquella selva de hormonas desmadradas era una aventura de alto riesgo.
Sus altas capacidades quedaban reflejadas de manera inequívoca en su rendimiento académico, lo que algunos vecinos de pupitre utilizaban como arma arrojadiza en forma de burlas y chistes pésimos.
Repararon en la coincidencia de sus iniciales, Inmaculada Abril, con las de “Inteligencia Artificial”, y no desperdiciaban ocasión para recordárselo.
- A ver, IA, dinos los resultados de los problemas de matemáticas, haz algo por la vida.
- Oye, IA, déjanos copiar el análisis sintáctico que nos han mandado en Lengua, que hemos estado muy ocupados el fin de semana en una fiestecilla…
- No te hagas la interesante, IA, seguro que has bordado el texto de Inglés; anda, danos tu cuaderno para copiártelo, que a ti se te da de perlas.
- ¿Os habéis fijado en ese apetecible bocadillo que ha traído IA para el recreo…? Seguro que el embutido es de su matanza. Compañera, te va a tocar compartirlo con la peña.
Se pasaban de lunes a viernes torturándola psicológicamente, haciendo que su autoestima se instalara en el sótano de su ánimo. Inma se sumía en la soledad y evitaba, en la medida de lo posible, la interacción con sus compañeros para no tener que sufrir sus risas y sus comentarios sarcásticos, abusivos y malintencionados.
Solo un compañero se mantenía al margen de ese acoso infatigable del resto de la clase. Era muy tímido, responsable y destacaba, como ella, académicamente. Su nombre era Ignacio Bravo Mendiola. Debe ser que aquel curso la moda era jugar con las iniciales de los nombres y los apellidos, porque Nacho, en este malévolo jueguecito que se traían entre manos, era IBM.
La conexión entre Inma y Nacho se fue fortaleciendo rápidamente en defensa propia, encontrando ambos un poco de alivio personal en su amistad única. Descubrieron todo lo que tenían en común, más allá de sus iniciales, y su relación floreció como los cerezos del Jerte en primavera.
Es innegable que formaban una pareja peculiar: la inteligencia artificial de la mano de una famosa empresa informática…
Juntos tuvieron la oportunidad de compartir risas sobre la ironía de la vida que les había conectado y se prodigaban consuelo mutuamente. A medida que IA recibía como una mártir cada dardo envenenado de sus compañeros, IBM la arropaba para superar las adversidades, con tal vehemencia que todos empezaron a notar la fuerza y la confianza que emanaba de su amistad.
Lentamente, los chascarrillos, los chismes, los atropellos y las burlas se fueron desvaneciendo y vinieron a reemplazarse por la admiración de aquellos que alguna vez los habían acosado y ridiculizado.
Inma y Nacho demostraron que, por encima de las etiquetas y las coincidencias, la verdadera inteligencia radica en la capacidad de comprender, aceptar y apreciar las diferencias de los demás, enriqueciéndose de ellas.
Su historia supuso un antes y un después aquel traumático curso y sirvió de inspiración para otros desdichados que sufrían algún tipo de abuso, poniendo de relieve la importancia de la empatía y la amistad desinteresada para superar cualquier obstáculo.