Cuando la Madre Gregoria me llamó por teléfono a mi casa, a finales de agosto, para ofrecerme un puesto de trabajo como maestra en el colegio donde estudié todo el Bachillerato, no imaginaba que estaba apretando la tecla que definiría con nitidez mi destino profesional, y en consecuencia toda mi vida. Pocas personas pueden decir, en los tiempos que corren, que han ido a buscarlas a domicilio para darles trabajo, sin tan siquiera haber entregado un currículum. Ella me conocía desde que era una niña de diez años, y siguió mi trayectoria académica y personal hasta los 16 que terminé mis estudios en el centro. Con eso bastó, y me consta que nunca se arrepintió de contratarme, y yo le estaré eternamente agradecida.
Esta foto fue tomada en el viaje fin de curso a Mallorca, cuando estudiábamos 6º de Bachiller, en el año 1.976. El curso siguiente me matriculé de COU en el instituto Carolina Coronado de Almendralejo, y volví a Badajoz para estudiar Magisterio, que finalicé en 1.980.
Durante la carrera, tuve algún encuentro con la M. Gregoria, motivo por el cual ella sabía que yo podría desempeñar mi vocación en el colegio donde fui educada.
Conocía también, por descontado, mi pasión por la gimnasia, a la que dediqué muchos años escolares siendo integrante del equipo del colegio. Esa fue la clave para mi ingreso en plantilla. Quedó libre el puesto para impartir Educación Física, y yo lo cubrí, con la promesa de especializarme posteriormente, ya que había cursado Magisterio por la rama de Humanas.
Ese primer curso como maestra, me dieron la tutoría de 6º de EGB. Con estas primeras alumnas me estrené impartiendo, además de la Educación Física, otras materias como Lenguaje, Ciencias Naturales, Sociales y Plástica. Fueron unos primeros años muy enriquecedores para mí. Todo eran nuevas experiencias, de las que solo guardo buenas sensaciones.
Cuando me notificaron que estaba invitada a la celebración de los 25 años desde que esta promoción se fue del colegio, me asaltaron los recuerdos, no solo de las caras y de los nombres de mis primeras niñas, sino de emociones desbordantes de una época que me marcó como maestra y como persona.
Llegué a la cita con suficiente tiempo de antelación para poder saludarlas antes de la Eucaristía. Sentí una inmensa alegría por el reencuentro, a muchas de ellas no había vuelto a verlas desde su etapa escolar, y verlas convertidas en mujeres hechas y derechas, me llenó de orgullo.
La comida, y el buffet previo, nos permitieron ponernos al día de los acontecimientos que la vida nos ha deparado a cada una.
Al término de la comida, les leí unas líneas que llevaba escritas, porque no quería resultar pesada, pero tampoco que se me quedase nada en el tintero. El texto fue el siguiente:
Queridas alumnas:
Siento hoy una extraña mezcla de
emociones difícil de explicar. Es para mí un honor estar invitada a vuestras
bodas de plata, pero me lleva a reflexionar cómo se escapa el tiempo entre los
dedos.
Tenía 22 años cuando entré a
trabajar en el colegio. Yo diría, ahora que soy madre, que era prácticamente
una niña. Una niña a la que confiaron la responsabilidad de ser tutora de otras
más niñas aún: vosotras.
Esos primeros años fueron un
aprendizaje constante del día a día, de otros compañeros con más experiencia,
como Jacinto, al que adoro, pero también de vosotras, de vuestra frescura, de
vuestra espontaneidad, de vuestras miradas limpias.
Tengo la inmensa fortuna de
ganarme la vida haciendo lo que siempre quise hacer: dedicarme a los niños. Y
vosotras, mis primeras y maravillosas alumnas, me confirmasteis esa vocación definitivamente.
Seguramente me equivoqué en
ocasiones, por lo que aprovecho esta ocasión para pedir perdón a las que
sufristeis mis errores y mi inexperiencia. Después de 30 años de docencia
todavía me queda mucho por aprender, y estoy dispuesta para aceptar el reto.
Hoy quiero desempolvar buenos
recuerdos con todas vosotras, escribir vuestro nombre con letras doradas en las
paredes de mi memoria, escanciar sonrisas sobre vuestras palabras, hilvanar mi
cariño en vuestras conversaciones, y resucitar ilusiones que dormían plácidamente
en antiguos calendarios.
Mañana vendrá otro día, con su prisa rodando
por las aceras.
Gracias por dejarme compartir con
vosotras este entrañable acontecimiento de vuestra vida.
He llegado a un punto de mi trayectoria profesional en el que empiezo a recoger los frutos que he ido sembrando a lo largo de mi vida laboral. Deseo que la cosecha sea abundante y de calidad. Esta primera recolección ha sido inmejorable.
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