Todos guardamos recuerdos de nuestra etapa de colegio, pero rememorarlos con los que los protagonizaron con nosotros, cara a cara, después de casi cuatro décadas, como si no hubiera transcurrido el tiempo, es un privilegio al alcance de pocas almas.
Fuimos la última promoción del Bachillerato de 6 años, del 1.970 al 1.976. Celebramos las "bodas de plata" de la promoción en el 2.001, con una Eucaristía en la capilla de nuestro colegio y una posterior comida de hermandad que se alargó hasta la madrugada para las más festivas.
Desde entonces hemos propiciado nuevos encuentros, y los hemos disfrutado con alegría, unas veces podían unas, otras veces otras, y algunas nunca faltaron: nuestra querida M. Carmen nunca se desanimó convocando a las compañeras, y por su empeño y dedicación en facilitar a las que vivían lejos poder sumarse a las convivencias es por lo que, a día de hoy, todavía y quizás más que nunca, nos buscamos y nos apoyamos en todo.
Este verano Tere, nuestra boticaria, creó un grupo de whatsapp y se molestó en agregar a todas las compañeras de las que consiguió su número de móvil. Hemos aprovechado este recurso de las nuevas tecnologías para seguir en contacto. Esta nueva etapa de "laspepastodascompis" ha sumado al grupo a compañeras de las que no teníamos noticias desde que salimos del colegio, y la incorporación se nos ha hecho fácil y gratificante a todas. Estamos informadas, en tiempo real, de lo que nos ocupa y lo que nos preocupa, somos una piña para lo bueno y para lo malo, y todos los problemas se nos hacen más llevaderos y las alegrías compartidas más plenas.
Este puente de la Inmaculada se propuso una quedada, con ocasión de la visita de Elisa desde Alicante. En principio las que pudieran, porque muchas salían de Badajoz a otros destinos estos cuatro días. Una de ellas era Inma Cuesta, y para que pudiera reunirse con su amiga Elisa antes de su viaje, reservaron cena para tres la noche del viernes: Elisa, Inma y Tere.
Cuando ya estaban sentadas a la mesa, se presentó un cuarto comensal. A bote pronto, no asimilaron quien era, porque en principio no esperaban a nadie. Casi tuvo que convencerlas de su identidad: Valle, una compañera que vive en Málaga y que no ha vuelto a Badajoz desde que acabamos 6º de Bachillerato en 1.976, pero con la que hemos retomado la relación a través de nuestro grupo de whatsapp.
Nadie sospechó sus planes, pero ella llevaba días pensando ilusionada en la posibilidad de unirse al grupo. Se lamentó ante su hijo aquella misma mañana, y Enrique, que así se llama el santo varón, para darle gusto a su madre, se ofreció a traerla a tiempo para la cena. ¡Dicho y hecho!
No salían de su asombro, y durante toda la cena la emoción y las risas fueron invitadas de lujo en la mesa.
Acabaron haciendo una ruta turística por toda la ciudad, por todos los barrios, para que Valle pudiese apreciar el cambio a mejor que Badajoz ha sufrido desde que se fue de aquí.
El sábado a las 14:00 h. tenían reserva en "El fraile" para comer, un total de once compañeras. Otras dos, una de ellas yo misma, nos incorporamos para tomar café.
Las fumadoras posaban así de monas en la puerta del restaurante...
La calle Menacho se llenó de colegialas cincuentonas en su tarde de excursión...
Hicimos parada obligatoria en "La Cubana" para comprar sus míticos bollos de leche, uno para cada una, y algunas delicatessen más las que viven fuera, para degustar con los suyos en sus casas a la vuelta: Elisa en Alicante, Valle en Málaga y Chiqui en Madrid.
Nos hicimos foto junto a Porrina, en la Plaza de la Soledad, y tomamos café en un local del Casco Antiguo, en el que la camarera nos fotografió al grupo completo, trece en total: Mª José Martín, Rosalina Alonso, Tere Carrallo, Chiqui Delgado, Inmaculada Bernal, Elisa Arévalo, Valle Gómez, Pili Tocón, Merche Menaya, Concha Raposo, Marisa Robles, Chechu Campos y servidora, Maribel Núñez.
La Plaza de España era paso obligado. Está preciosa, con su árbol de Navidad y sus adornos brillantes y multicolores. Allí nos comimos los bollos de leche, sin complejos, como auténticas colegialas.
No nos importaba llamar la atención con nuestras risas, nuestras bromas y nuestras fotos.
Acabamos el periplo en la Plaza de San Francisco, mezclándonos entre el bullicio de los paseantes y los que curioseaban y compraban en el mercadillo navideño allí instalado estos días. Hasta cantamos un villancico subidas a uno de los bancos de la plaza.
Allí nos despedimos con abrazos y achuchones varios, a la espera de nuestra próxima cita, durante las inminentes fiestas navideñas. Hasta entonces, estaremos en contacto por el chat. ¡Bendito progreso!
¡Mosqueteras: una para todas y todas para una!