Hay quien apuesta por el ajedrez
para incluirlo definitivamente en el currículo escolar, como una interesante
innovación pedagógica, y no es una idea descabellada ni novedosa. Se me ocurre
otra materia curricular para incluir desde tempranas edades: defensa personal.
Somos altamente vulnerables a los ataques indiscriminados en cualquier edad, situación,
momento o lugar.
Maltratadores de ambos sexos y de todas las clases sociales,
epidemia –pandemia, más bien- de corruptos, prevaricadores, estafadores,
ladrones vulgares y de guante blanco, explotadores, pedófilos, fanáticos
escondidos tras argumentos religiosos (¿puede haber un dios tan malvado y
cruel…?), ambiciosos sin fronteras, desalmados, dictadores y tiranos, máquinas de matar, monstruos de
la indiferencia ante el dolor ajeno, fenómenos meteorológicos y catástrofes
naturales de dudoso origen, ludópatas que juegan a lanzar bombas y misiles a
blancos indefensos, desde sus lujosos despachos, charlatanes capaces de
manipular magistralmente nuestros gustos y opiniones, y toda una fauna de
consentidores que miran de soslayo todo aquello que no afecte personalmente a
su bienestar social o a sus bolsillos.
Lo difícil sería encontrar docentes cualificados
para impartir esas clases de defensa personal, utópica ironía, en un mundo
enfangado por la falta de valores que un día, no hace tanto, nuestros padres y
nuestros abuelos intentaron inculcarnos con menos prisa y una disciplina más
firme que la nuestra.