III
Cae la tarde
La tibieza de la brisa
revolotea mis canas.
Cae la tarde sin prisa,
el mar azul está en calma.
Embriagada por la esencia
de una quietud perfumada,
ignoro hasta tu presencia,
otras veces anhelada.
Silencios de melancolía
se acomodan en mi alma,
ya sea de noche o de día.
Sellada quedó mi boca,
congelada mi sonrisa,
inerte como una roca.
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