Cuenta atrás
(“Estampas” – VIII)
La
imparable cuenta atrás comenzó con el primer soplo de aire que me inundó el
pecho y explotó con mi primer llanto.
Imparable,
inmisericorde.
Y
cuando el segundero se frene en seco, se abrirá el infinito y me alejaré de
todo cuanto me acompañó mientras pude arrancar las hojas del calendario. De
todo me despojaré y solo podré portar mi desnudez y mi verdad.
Se
irán empequeñeciendo en la distancia los que amé, hasta quedar reducidos a un
punto imperceptible.
De
igual manera, los gorriones que comían las migajas que yo sacudía del mantel en
mi patio.
Mis
muebles de casa, con su fina capa de polvo, que dicen que protege la madera.
Mi
coche, con su feo ruido al coger las curvas a la izquierda y su rebelde palanca
de cambios.
Mi
cesto de la ropa, que nunca está vacío.
Mi
nevera, con esa masa quebrada, inquilina de honor, que nunca me da tiempo a
utilizar en algún plato.
Mis
armarios repletos de ropa pasada de moda y zapatos dignos de formar parte del
inventario de una tienda de antigüedades.
El
cuarto de baño de los niños, con esos lavabos decorados a cualquier hora de
cualquier día de pelos, que parecen proliferar como las malas hierbas.
Mi
portátil sobre la mesa, esperando que alguien teclee la contraseña para
desperezar sus obsoletos circuitos.
Mi
escoba en su rincón, con la he bailado, hablado y volado como una bruja de
cuento.
Mi
cementerio de papeles sin revisar, a la espera de algún destino, aunque sea el
contenedor.
Mi
bolso-farmacia-neceser-tarjetero-billetero-muda de emergencia, en el que es
misión imposible sacar el móvil a la primera.
Esa
lista de la compra, con algunas tachaduras, sujeta con un imán a la puerta del
frigorífico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario