Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

lunes, 18 de mayo de 2015

El banco ("Estampas" - VII)



                                        El banco
                      (“ESTAMPAS” – VII)

Un banco.
Un solitario banco de forja
dormitando
en una calle peatonal, por la que
silba el viento que empuja la tarde,
me ha acogido en su seno.
El consenso ha sido unánime:
mis pies, sufridos soportes
de mi madura presencia,
encaramados al andamio
de mis tormentosos tacones,
han solicitado un receso.
Paralelamente, mi ofuscación mental,
zumbando como un enjambre
en la torre de Babel,
desde los albores del día,
contaminando acústicamente
todas mis conversaciones,
ha suplicado una pausa
para esclarecer los pensamientos.
Y mi forzada actitud, mi gesto firme
e inmune al desaliento, precisaba
relajar tensiones y bajar la guardia.
Aquí, en esta calle de paso,
parapetada tras mis cavilaciones,
escoltada por dos inmensos maceteros de granito,
escondida tras unas grandes gafas de sol,
me sincero,
me rindo,
me desespero,
desnudo mi vulnerabilidad,
me muero un ratito.
Necesito confesarme a gritos, pero
mis palabras sordas
han sido estranguladas
a manos de la confusión.
Pasa la gente de manera incesante
ante mí, dejando su rastro de indiferencia.
Pero, a la postre, todos
necesitamos un banco
de madera,
de forja
o de piedra,
mientras pasa alguna insoportable
tormenta de arena, que nos impide
divisar la línea del horizonte.

Un banco.
Un solitario banco de forja…
dormitando.



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