Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

martes, 25 de enero de 2011

¡Qué frrríoooo...!



Las temperaturas se han desplomado. Pero estamos en invierno y es lo natural. Además, para el frío hay  remedios: ropa de abrigo, calefacción y calor humano. He leído en algún sitio que para ser razonablemente feliz necesitamos ocho abrazos diarios: pues éste es el momento idóneo para poner en práctica esta recomendación. Abracemos a todo bicho viviente, o al menos, a los que se dejen, que hay bichos muy poco afectuosos. Personalmente, uno de los mayores placeres del día, lo disfruto en la cama. Y me diréis: "hombre, claro". Pero no es lo que pensáis -que  también me gusta...- Me refiero al ceremonial de entrar al templo del sueño, con la extenuación de una dura jornada, entre cálidas sábanas y edredones, y arrimarte mimosa a esa personita o personota que yace a tu lado, hacerte un cuatro con ella y aferrarte a sus "tocinillos de cielo", esos puñaditos de grasita acumulada en el "rodeo", que ejercen un mágico efecto soporífero, que te arrastra piano, piano, hasta el séptimo cielo en menos que pía un pollo.¡Ay, omá, qué rico!
 Estoy deseando que llegue el momento...
Os cuento una tierna historia para terminar de ilustrar esta idea de acercarnos unos a otros, en época de frío y en cualquier estación del año. Y si alguno no está de acuerdo con esta teoría, es porque lo ha probado poco.
                                 

  
La fábula del erizo
Durante la Edad de Hielo, muchos animales murieron a causa del frío.
Los erizos dándose cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera se  abrigarían y protegerían entre sí, pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, los que justo ofrecían más calor. Por lo tanto decidieron alejarse unos de otros y empezaron a morir congelados.
Así que tuvieron que hacer una elección, o aceptaban las espinas de sus compañeros o  desaparecían de la Tierra. Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. De esa forma aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación con una persona muy cercana puede ocasionar, ya que lo más importante es el calor del otro.De esa forma pudieron sobrevivir.


Moraleja de la historia

La mejor relación no es aquella que une a personas perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir con  los defectos de los demás y  admirar sus cualidades. 





                            ¡ACHUCHONES MULLIDOS PARA TODOS!




































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