Ahora que atisbo mi prejubilación
en el horizonte, aunque todavía lejano, me he hecho mujer. Mujer madura, quiero
decir. Ya soy mujer madura, con sus pros y sus contras. No me preocupa mi
futuro, quedarme embarazada o que me venga el periodo en un viaje turístico.
Pero, en un día tan especial como
hoy, mi ilusión brilla por su ausencia. Tal vez me encuentro en esa franja de
edad en la que los hijos se han hecho mayores, pero aún no corretean los nietos
por la casa. Lo único especial de este día, para mí, se concentra en el roscón.
¡Qué emoción cada trozo que corto!, ¿me tocará el haba o me saldrá el regalito…?
Ciertamente, me da lo mismo, porque soy yo la que lo compra y lo paga siempre. Triste,
pero real.
Durante años llevamos la
inocencia ceñida al talle, pero se hace jirones cuando engordamos por un
atracón de dudas. Qué pena, por Dios… Voy a comerme otra porción de roscón, a
ver si se me pasa el disgusto.
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