Me han llamado poderosamente la
atención las declaraciones de la presidenta del Observatorio de Violencia Doméstica y de Género con respecto a esa
tradicional costumbre tan nuestra, como es que los hombres piropeen a las
mujeres por la calle. Lo que siempre ha sido aceptado y asumido con normalidad,
es ahora objeto de interpretaciones que, personalmente, considero exageradas. Ángeles Carmona tacha el piropo como “una
auténtica invasión en la intimidad de la mujer” y aboga por erradicarlo.
Los
más adictos a esta práctica han sido, desde tiempos inmemoriales, los
albañiles. No se les escapaba ni una, y hablo en pasado porque en la actualidad
están en peligro de extinción, y con ellos, esta “invasión a la intimidad” como
ahora se denominan sus gracias. Soy mujer, y nunca me he sentido atacada cuando
me han piropeado, unos con más salero que otros.
Deseo igualdad de género en el
mundo laboral, en la vida familiar y doméstica, pero este tema me parece una
memez. Aunque algún desconsiderado grite con sorna en alguna ocasión: “¡Tienes menos gracia que los chistes de
mi suegra!”, la mayoría de las veces
vocearán algo parecido a: “¡Guapa, si
fuera alcalde, te hacía una plaza en mitad del pueblo!”
Ya lo que me falta
por ver es que metan a los piropeadores en la cárcel por acoso sexual, mientras
los auténticos delincuentes siguen campando a sus anchas.
Publicado en "Cartas al Director" del diario HOY el "martes y trece" de enero de 2015.
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