En ocasiones desconecto de
la actualidad como mero ejercicio de higiene mental. Me satura corroborar hasta
qué punto nos miramos el ombligo, evitando percatarnos de lo que pasa un poco
más allá de nuestras narices. Hace demasiados días que nuestros “elegidos”
andan ocupados con sus escarceos y pugnas por el poder, más propios del patio
de cualquier colegio que del Congreso de unos señores Diputados.
Pero hace más
días aún que miles de personas se hacinan en campamentos improvisados, en
condiciones infrahumanas e insalubres, con hambre y con frío, enfermos y con
sus ropas mojadas, en un desesperado intento de huir de guerras y de opresión,
sin que los gobiernos les tiendan una mano para que sobrevivan dignamente. Les
llaman refugiados, pero más bien son rechazados, repudiados, rematados. No hay
voluntad de ayudarlos, de acogerlos.
Fernández Díaz manifiesta que “España no
puede bajar la guardia”, porque al cerrarse algunas fronteras y prohibirse el
tránsito en algunos países, los ilegales buscarán nuevos puntos para acceder a
la Unión Europea, y el flujo migratorio se trasladará de sitio, agravando el
problema.
El éxodo es ya imparable, y nosotros cada día más insensibles a las
desgracias ajenas.
Publicado en 'Cartas al Director' del diario HOY el sábado 12 de marzo de 2016.
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