Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

lunes, 7 de marzo de 2016

El rosario de mi madre


Os voy a contar una de las miles de anécdotas que he vivido con mi hijo Lu. De pequeño era hiperactivo diagnosticado, y además de un trasto fue un niño muy cariñoso y muy noble, y divertidísimo.

 
Siempre ha comido estupendamente, pero tomó biberón en la cama, antes de levantarse, hasta su Primera Comunión. Con diez años, le preparaba un biberón espeso, con muchos cereales y colacao, y con un agujero profesional en la tetina. Sin abrir siquiera los ojos se lo tragaba, y al terminar alargaba el brazo y me decía: "hazme otro". Cuando comenzaba su jornada escolar llevaba en el cuerpo medio litro de leche con mucho "fundamento". Así creció el tío... Cuento esta historia para que comprendáis uno de los cartelitos que vais a ver, él mismo se recetaba el castigo por su travesura.




Yo tenía colgado en mi cómoda un rosario que a él le llamaba mucho la atención, porque brillaba en la oscuridad. Un día, al llegar a casa, me encontré muchos papelitos escritos de su puño y letra, haciendo un caminito desde la entrada, que recorrían la escalera y llegaban hasta mi habitación. Como yo guardo tantas cositas, me encontré este "tesoro" el otro día haciendo limpieza en un cajón, y me reí a carcajadas reviviendo aquel momento. Ya no cuento nada más, con las fotos lo entenderéis...
 









 


La ortografía es la de un niño de corta edad, no lo olvidéis. Más gracioso todavía. ¡Y anda que no era zalamero...! 



Y ya, cambiando de tema, como el que no quiere la cosa, terminó dejándome una nota para que le despertara al día siguiente, porque seguramente tenía partido o algo así...




Y esta es la anécdota del rosario que me estropeó Lu, acercándolo a la luz para que "reluciera".



Todo un personaje.










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