Un diez por ciento menos

Primero Christine Lagarde, directora del FMI, y después el vicepresidente económico de la Comisión Europea, Olli Rehn, nos quieren amargar el verano a los pocos privilegiados que todavía practicamos el mágico truco de estirar nuestros eurillos hasta que llega la nómina para aliviar nuestras fatigas.

Ya hemos agujereado varias veces nuestros cinturones, pero si España se somete a las directrices que nos dictan desde fuera, se nos acabará cayendo el pantalón hasta los tobillos. Quedaremos de tal guisa indefensos para que nos den por donde más nos duele, el bolsillo, sin posibilidad de objeción por nuestra parte. Nos tienen tan domesticados los mandamases, que hemos aprendido a sufrir las embestidas en silencio y con resignación. 

Se remueven los muertos en sus tumbas con más ritmo que nosotros, que miramos como estatuas de sal cómo emigran nuestros reaños con cada recorte a nuestra menguada dignidad. Si reaccionamos un día de éstos y nos pillan con las manos en la masa, tendrán que aplicarnos la atenuante por defensa propia, digo yo. Qué menos.