Sospecho, y supongo que no soy la única, que el ataque a Siria con armas químicas procede del exterior de sus fronteras. Su apetecible pastel de gas y petróleo es una tentación para países que muchos de nosotros tenemos en mente, y que babean por llevarse una porción de ese rico bocado al paladar de sus arcas.
Es muy doloroso ver en las noticias el sufrimiento extremo de los sirios más débiles, los más indefensos, entre ellos tantos y tantos niños inocentes recluidos en campos de refugiados, lejos de su tierra, despojados de sus casas, de sus enseres, de sus seres queridos, pero lo peor de todo es que los están despojando de su futuro y hasta de las ilusiones imprescindibles para que su vida tenga algún sentido.
Mientras, la comunidad internacional concierta reuniones para incentivar el diálogo, establecer unas reglas o aplicar sanciones, en despachos enmoquetados, hoteles de cinco estrellas, restaurantes de cinco tenedores y dietas astronómicas.
Aquí va haciendo falta un diluvio de dimensiones bíblicas para empezar de cero.
Publicada en "Cartas al Director" del diario HOY el domingo, 25 de agosto de 2.013.
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