Lorena Bobbitt, de nacionalidad ecuatoriana y de profesión manicura, estaba casada con John, un infante de marina estadounidense.
Desde los primeros años de su matrimonio él la maltrataba vilmente. Un 23 de junio del 93, que John llegó a casa borracho, abusó sexualmente de ella. Horas después, mientras él dormía plácidamente, ella le seccionó el pene con un cuchillo de cocina. Absolutamente enajenada y desbordada por la situación, subió a su coche y deambuló por las calles de la ciudad, tirando el miembro amputado por la ventanilla, tras lo cual, se entregó a la policía contando lo sucedido.
Una rápida intervención de efectivos policiales llevó a la localización del miembro viril entre unos matorrales, por lo que se le pudo reimplantar el órgano a John tras una exitosa operación de microcirugía.
Desde los primeros años de su matrimonio él la maltrataba vilmente. Un 23 de junio del 93, que John llegó a casa borracho, abusó sexualmente de ella. Horas después, mientras él dormía plácidamente, ella le seccionó el pene con un cuchillo de cocina. Absolutamente enajenada y desbordada por la situación, subió a su coche y deambuló por las calles de la ciudad, tirando el miembro amputado por la ventanilla, tras lo cual, se entregó a la policía contando lo sucedido.
Una rápida intervención de efectivos policiales llevó a la localización del miembro viril entre unos matorrales, por lo que se le pudo reimplantar el órgano a John tras una exitosa operación de microcirugía.
Esta historia ha venido a mi memoria
por asociación de ideas, a través de una noticia sobre la ablación del
clítoris, que se le practica a miles de niñas en todo el mundo por
motivos culturales.
A todos los que están a favor de esa carnicería inhumana les mandaría yo una Lorena Bobbitt a cada uno, con instrucciones para tirar el apéndice viril, no a la cuneta de la carretera, sino a los guarros de cualquier dehesa extremeña, para que pudieran complementar su dieta de bellotas con un poco de proteína cárnica, aunque la carne sea de tercera.
A todos los que están a favor de esa carnicería inhumana les mandaría yo una Lorena Bobbitt a cada uno, con instrucciones para tirar el apéndice viril, no a la cuneta de la carretera, sino a los guarros de cualquier dehesa extremeña, para que pudieran complementar su dieta de bellotas con un poco de proteína cárnica, aunque la carne sea de tercera.
Hace algún tiempo fue publicada una carta que mandé al periódico HOY sobre la ablación. Era la siguiente.
Ablación.
El día 6 de febrero se celebró esta circunstancia aberrante, que ocurre en nuestro mundo mientras muchos de nosotros miramos hacia otro lado. Las bestias que realizan esta práctica le dan el significado del paso de la infancia a la madurez, pero no es más que un flagrante atentado contra los derechos humanos, sobre todo los de la infancia. Por no mencionar las medidas sanitarias adoptadas para la intervención: cuchilla de afeitar como bisturí, ausencia de anestesia, inexistencia de desinfección de material “quirúrgico”, y un entorno altamente contaminado y contaminante. La niña mutilada sufre y atraviesa un momento traumático en su vida, mientras sus descerebrados familiares convierten la extirpación del clítoris, el labio inferior y dos terceras partes del labio mayor, en una animada fiesta.
La motivación es clara: resguardar la virginidad, impedir la masturbación, evitar la infidelidad y condenar a esa niña a no conocer jamás el goce sexual. El riesgo de padecer tétano, traumas psicológicos o malformaciones físicas posteriores no disuaden a estas hienas de cometer esta fechoría, bien entrado el siglo XXI.
¿Qué hace falta para que el mundo occidental rescate a estas inocentes de sus verdugos? ¿Es que somos tan insensibles que no nos conmueve su dolor?
Yo hoy pongo mi grano de arena elevando mi protesta para que esta práctica desaparezca para siempre.
Ablación.
El día 6 de febrero se celebró esta circunstancia aberrante, que ocurre en nuestro mundo mientras muchos de nosotros miramos hacia otro lado. Las bestias que realizan esta práctica le dan el significado del paso de la infancia a la madurez, pero no es más que un flagrante atentado contra los derechos humanos, sobre todo los de la infancia. Por no mencionar las medidas sanitarias adoptadas para la intervención: cuchilla de afeitar como bisturí, ausencia de anestesia, inexistencia de desinfección de material “quirúrgico”, y un entorno altamente contaminado y contaminante. La niña mutilada sufre y atraviesa un momento traumático en su vida, mientras sus descerebrados familiares convierten la extirpación del clítoris, el labio inferior y dos terceras partes del labio mayor, en una animada fiesta.
La motivación es clara: resguardar la virginidad, impedir la masturbación, evitar la infidelidad y condenar a esa niña a no conocer jamás el goce sexual. El riesgo de padecer tétano, traumas psicológicos o malformaciones físicas posteriores no disuaden a estas hienas de cometer esta fechoría, bien entrado el siglo XXI.
¿Qué hace falta para que el mundo occidental rescate a estas inocentes de sus verdugos? ¿Es que somos tan insensibles que no nos conmueve su dolor?
Yo hoy pongo mi grano de arena elevando mi protesta para que esta práctica desaparezca para siempre.
Soy consciente de la crudeza de las
imágenes que ilustran esta entrada, pero es una manera de sensibilizar a
los seguidores de este blog sobre este tema.
La mutilación genital femenina está penada en España con hasta doce años de prisión y la retirada de la patria potestad de la menor. Aún así, todavía se dan casos entre inmigrantes, para los que esta práctica está muy arraigada y normalmente aceptada en sus países de origen. ¡BASTA YA!
La mutilación genital femenina está penada en España con hasta doce años de prisión y la retirada de la patria potestad de la menor. Aún así, todavía se dan casos entre inmigrantes, para los que esta práctica está muy arraigada y normalmente aceptada en sus países de origen. ¡BASTA YA!
¡NO A ESTA BARBARIE CONTRA LAS MUJERES!
No hay comentarios:
Publicar un comentario