“Caminante, no hay camino, se hace camino
al andar”. Ese parece ser el argumento que han barajado los viandantes que van
o vienen de las Vaguadas por la Banasta. Hace tiempo se asfaltó el firme para
aliviar de tráfico el desdoblamiento de la carretera de Valverde, pero nadie se
percató de la ausencia de un acerado para los peatones, o en su caso, obviaron su
conveniencia, seguramente por cuestiones de presupuesto. Muchas personas
recorren ese cordón umbilical que conecta la ciudad con ese barrio algo alejado,
y eligen hacerlo a pie, por salud, por conciencia ecológica o por ahorro
doméstico.
El número de transeúntes ha aumentado desde que comenzó a funcionar
el nuevo colegio –por cierto, al lado del privado que ya existía, menuda previsión la de los
responsables municipales de urbanismo en su día… Los hay que caminan con niños
de etapa infantil de la mano, por una vereda marcada a golpe de pisadas, otros cargan
a los pequeños sobre sus hombros, abriéndose paso entre la persistente niebla
matutina del invierno, y también
compactan la tierra bajo sus pies aquellos que, con marcha ligera, acuden a sus
lugares de trabajo en una u otra dirección.
Machado, a falta de empatía de la
corporación municipal, ha sido la poética
inspiración para todos ellos. “Caminante, son tus huellas el camino, y
nada más”.
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