Celebrar Halloween en nuestra tierra ha empezado a ser costumbre aceptada, tanto en la calle como en los colegios. Es una manera de confraternizar con todo lo que huela a inglés, que manejar con soltura la lengua de Shakespeare es un mérito añadido para cualquiera que se precie, y este festejo es un mero instrumento para actividades pedagógicas en inglés, además de una herramienta escolar muy atractiva para los niños.
Como al día siguiente es nuestra tradicional fiesta de Todos los Santos, se convierte también en la excusa perfecta para disfrazarse y pasarlo "de muerte" en los garitos de moda, en las zonas de botellón o en las casas particulares con ganas de juerga.
En mi colegio los pasillos y las clases se han decorado con calabazas, gorros diseñados y hechos a mano por los alumnos, carteles y multitud de detalles que nos recuerdan la fecha que celebramos. Pero hemos procurado que nuestras tradiciones no queden desbancadas, y también se han desempolvado los Tosantos, las Chaquetías y los Responsos, no vayamos a creer que ahora solo existe Halloween.
Los Tosantos, que hacía en primera instancia referencia a la festividad del 1 de noviembre, pasó a designar los obsequios que los niños recogían de casa en casa por su pueblo la víspera del día de los difuntos, y que eran fundamentalmente frutas del tiempo. Se trataba, prácticamente, de una fiesta para los niños, que en muchas zonas terminaba como una comida campestre, a la que se incorporaban también los adultos, distinta de las romerías.
La Chaquetía es similar a los Tosantos: una ofrenda recogida por los niños por las casas del pueblo, constituída por higos, nueces, granadas, membrillos, uvas, castañas..., incluso alguna propinilla en metálico. La canción con la que pedían su regalo decía así: "si no echas la chaquetía, no eres mi tía...", o "echa ya la chaquetía, que se va el día".
A media mañana del Día de los Difuntos comenzaban los Responsos, delante de cada nicho en el cementerio. El cura los repetía en latín una y otra vez, tantos como el familiar pidiera y pagara. Los había rezados y cantados, a lo mejor costaban una peseta los rezados y tres rubias los cantados, pero iban subiendo de precio al cabo de los años. A los responsos se les conocía también como "la matanza del cura", porque aunque los precios no eran altos, la demanda les llegaba para comprar un cochinillo de poco peso, gracias a las limosnas de los familiares de los fallecidos.
Estas costumbres rurales se fueron perdiendo poco a poco en los núcleos más grandes de población, y se han quedado reducidas a la adquisición y consumo doméstico de castañas, higos y nueces con los que hacer los "casamientos", los cada vez más escasos puestos de castañas asadas en las calles, y a la elaboración de algún producto de repostería típica de estas fechas, como pueden ser los buñuelos de viento. De ellos afirma la tradición popular que cuando te comes uno sacas un alma del purgatorio...
Sea como fuere, comienza un "megafindesemana" estupendo para desconectar y cargar las pilas para otra temporadita. Y, por si fuera poco, el sol brillará sobre nuestras cabezas.
¡Feliz Halloween!
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