La dama triste ha retomado su lucha sin odios, sin ira, sin gritos, sin mala voluntad, en defensa de un alma sangrante.
Se ha deleitado durante horas con un largo paseo por las dunas del silencio, en una acogedora playa que es un recorte alargado de terciopelo azul, extendido como una alfombra sobre un salón de fina arena, y a cada paso ha ido conteniendo el vértigo de sus inconfesables ideas, que suelen apoyar un pie en las cejas para deslizarse después, entre lágrimas, y secarse en su camino sobre el rostro con una suave brisa, antes de escocer en su corazón herido.
Se ha deleitado durante horas con un largo paseo por las dunas del silencio, en una acogedora playa que es un recorte alargado de terciopelo azul, extendido como una alfombra sobre un salón de fina arena, y a cada paso ha ido conteniendo el vértigo de sus inconfesables ideas, que suelen apoyar un pie en las cejas para deslizarse después, entre lágrimas, y secarse en su camino sobre el rostro con una suave brisa, antes de escocer en su corazón herido.
A su vuelta se dejará acariciar mansamente. Habrá de centuplicar sus esfuerzos para mantenerse firme, sin parecer arrogante.
El viento, inquieto y juguetón, alborota los cabellos bajo un cielo que torna de un gris plúmbeo a un azul de ensueño.
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