Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

martes, 8 de marzo de 2011

Freud y los sueños.



   El sueño es un estado de reposo uniforme de un organismo. En contraposición con el estado de vigilia -cuando el ser está despierto-, el sueño se caracteriza por los bajos niveles de actividad fisiológica (presión sanguínea, respiración) y por una respuesta menor ante estímulos externos.
   El vocablo «sueño» (del latín somnus) designa tanto el acto de dormir como el deseo de hacerlo (tener sueño).

   Uno de los descubrimientos más importantes de Freud fue que las emociones enterradas en la superficie subconsciente suben a la superficie consciente durante los sueños, y que recordar fragmentos de los sueños puede ayudar a destapar las emociones y los recuerdos enterrados.
   Freud mantiene que todos los sueños representan la realización de un deseo por parte del soñador, incluso los sueños tipo pesadilla. Su conclusión general es que los sueños son realizaciones disfrazadas de deseos reprimidos. 
   Lo que puede parecer ser un conjunto de imágenes soñadas sin sentido puede, a través del análisis y del método "descifrador", demostrar ser un conjunto de ideas coherentes. 

   Los sueños constituyen el resultado de una actividad intelectual altamente complicada.

   Una vez metidos en materia, he de apuntar que, personalmente, sueño en colores o en blanco y negro; que a veces me desvelo al estremecerme, con la sensación de haberme tropezado y caer al vacío; que algunos días recuerdo cada detalle del sueño a la perfección, mientras otros me desespero por no ser capaz de ponerlo en pie; que algunos sueños, e incluso pesadillas, parecen tan reales que tengo que repetirme a mí misma, durante mi fantasía onírica, que no es real, que no me está pasando; que algunos de ellos se repiten periódicamente, como una obsesión...En fin, sería un alivio compartir con alguien más estas sensaciones.
  
   El poema que viene a continuación lo escribí evocando retazos de algunos de mis sueños. Seguro que algún seguidor del blog reconoce en estos versos imágenes de los suyos.

    Titulo el poema "Caprichos...", porque no los selecciono como una película en una cartelera, y "...de Morfeo", por ser este personaje el dios del sueño en la mitología griega.
   Morfeo era el principal de los Oniros, los mil hijos engendrados por Hipnos (el Sueño, su padre) y Nix (la Noche, su madre). Fue fulminado por Zeus (el padre de los dioses y los hombres) por revelar secretos a los mortales a través de sus sueños.






                            CAPRICHOS DE MORFEO


Decidida encamino mis pasos desnudos
sobre una mullida alfombra de flores silvestres,
que aligera mis dudas, disipa mil temores desparramados,
y se extiende, ondulante como una serpiente en el desierto de mis sentimientos,
 hasta donde se pierde, noctámbulo,
 el intrincado horizonte de  recuerdos añorados.
Se  desdibujan, indolentes, las amapolas y los lirios,
los tréboles, las encinas altaneras, los caminos,
y se difuminan hasta convertirse en bruma, en espuma,
que se precipita  sin indulgencia por un acantilado
de ecos abortados, sin destino,
en el que caigo…,y caigo…, mecida por mi pelo ensortijado,
tan parsimoniosamente que el tiempo, despechado, se detiene,
desata un cataclismo,
 se estira, se dilata, se distorsiona,
me atrapa, me zarandea y me invita
 a contemplar la profundidad del abismo,
desvanecida sobre el arcoíris que reposa en un mar desangelado.
 Describo acrobacias inadmisibles y grotescas contorsiones
en el vacío de la oscuridad,
zancadas ingrávidas de ángulos imposibles,
acrobacias mortales , piruetas inacabables,
brazadas etéreas en olas de humo y soledad,
y floto a la deriva en un mar de fantasía,
que desemboca en deltas de pasión irrefrenable.
Mis tentáculos impulsan una bicicleta de ilusión,
 asida a un manillar fantasma, de ficción,
que se derrite al primer roce, como un reloj daliniano,
 con la caricia de mis dedos de miel ruborizado.
Una estrella brilla al fondo de un largo pasillo.
En mi afán por alcanzarla, desnuda de voluntad, pierdo el equilibrio.
Muerdo  tierra húmeda, excavo con mis uñas,
entierro mis odios entre lóbregas lombrices, fruto de mi delirio.
 De nuevo la nada, el abismo, la ingravidez, el espacio exterior,
luces titilando en mis neuronas, besos tibios,
y las caras amables de mis seres más queridos,
que  ahora renacen en mi cuerda locura.
Me sonríen, me suplican, me compungen con su sórdido lamento,
 me abrazan, me consuelan, me revelan lo esencial de sus tormentos:
la muerte es una falacia carente de fundamento,
y la vida una quimera ataviada de esperpento.
 Prosigo el viaje de lo imposible a un destino tenebroso,
por la senda del infinito minado de diabólicas pesadillas,
buceando en un océano respirable y generoso,
donde  puedo llenar mis incrédulos pulmones…
sin dolor, sin angustia, sin reparo, sin medida,
con derroche, con altruismo, con audacia hasta ahora reprimida.
 Un llanto lastimero escapa sin previo aviso,
inundando el intelecto de lánguidos gemidos ,
y el mundo de lo irreal, lo inexistente, lo absurdo, se anega
y se desmorona, sin esperar mi permiso.
Desnuda hay que emerger, escupiendo los temores,
a través de conductos claustrofóbicos y agónicos.
Subir, subir, subir…, trepando sin aliento por la cola de un cometa descarriado,
 estallar en un cielo sembrado de nubes de colores,
irrumpir inmisericorde sobre un espejismo azulado,
romper sin compasión el frágil equilibrio de universos olvidados,
arrastrando los pies hinchados de sinsabores,
por una devastada alfombra de flores silvestres,
que pende avergonzada de un tímido rayo de luz trasnochado.




                            ¡Que soñéis con los angelitos!

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