Me contaron una conmovedora historia de amor de dos ancianos, residentes de un asilo, y en ellos me inspiré al escribir esta poesía. Subieron al último tren que pasó por sus vidas, y en él pudieron compartir trayecto poco tiempo más. Ella subió a la barca que la cruzó la laguna Estigia, pero lo hizo impregnada de amor y con una sonrisa de satisfacción y agradecimiento por el último capítulo de su existencia. Él no tardó mucho en seguirla.
Encontraron el uno en el otro el motivo para seguir viviendo, la ilusión apareció de nuevo en sus desgastados ojos, las mariposas revolotearon en su interior como la primera vez.
Les llamaré, de manera ficticia, Inés y Sebastián. A ellos se lo dedico.
CON NIEVE EN LAS SIENES
Aún cuando siniestras sombras,
vaivén caprichoso de un pincel virtual,
tiñan de grises tu marco facial,
aunque los implacables surcos del tiempo
arañen tu piel sin ninguna piedad,
seguirás luciendo brillo en tu mirada,
te contemplará celosa la estrella del alba,
con tu andar garboso y tu cara lavada,
cada vez que él se acerque a tu altar.
Suenan violines al son de caricias,
huele a jazmines y a flor de azahar,
y cien golondrinas danzan en el cielo
siguiendo una estela de felicidad,
al ritmo de labios prestos a besar.
Cayeron mil hojas en el calendario,
marchitas cayeron cien mil hojas más,
y esos corazones maltrechos y heridos,
-antaño felices, después deprimidos,
ahora esperanzados, tal vez sorprendidos-
jamás olvidaron el arte de amar.
Descubren sus manos tacto de terciopelo,
sobre un vientre que un día la vida albergó,
y muy lentamente acercan sus cuerpos,
vibrando, sedientos,
renaciendo emociones que el tiempo enterró.
Aliento de vida, lluvia de verano,
sol de primavera, río de pasión,
dos almas gemelas, con nieve en las sienes,
con afán de entrega y de superación,
cargando a la espalda un pesado lastre,
de toda una vida de esfuerzo y sudor,
se suben a un tren con billete de ida
y una maletita que rebosa amor.
Comienza el viaje, agoniza otoño,
se prevé un invierno con mucho calor…
El sol se ha escondido tras un tapiz negro,
salpicado de luces con un dulce olor,
un ángel reparte sueños de sabores,
y una mariposa luce sus colores,
mientras un abrazo los funde a los dos.
¡Hasta pronto!
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