Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

viernes, 19 de agosto de 2022

Escapadita 4: Ávila.

 

 

Otra ciudad pendiente de conocer que hemos podido tachar de nuestro listado de visitas turísticas.

Ávila tiene mucho que ver además de su muralla: la basílica de San Vicente, el Palacio de los Dávila, la Ermita de San Segundo, su Catedral, la Plaza de Santa Teresa, la Puerta del Alcázar...




 Llegamos directos a dejar el equipaje en el Palacio de Monjaraz, donde nos alojamos. Me resultó muy familiar, acostumbrada como estoy a piedra por todas partes.






La habitación me encantó.





Comimos en un restaurante un tanto especial: por la carta, por la decoración  y por la presentación de los platos. "De cine", así se llama.








De alli fuimos a dar una vuelta para ubicarnos, a nuestro aire, ya que algo más tarde asistiríamos a una visita guiada.







El tour, además de pasearnos por lo más emblemático de la ciudad, estaba centrado en algunos misterios y leyendas de Ávila. Como la historia de Romeo y Julieta abulenses de Manqueospese en el Palacio de los Dávila; el milagro de Santa Paula Barbada en la ermita de San Segundo; o la leyenda de la huella de la mula en la Basílica de San Vicente. También la leyenda de la Calle de la Muerte y la Vida, y alguna historia de un amor imposible, que tuvo como escenario la Catedral y sus pasadizos subterráneos.

 








Una vez finalizado el tour, descansamos un rato en el hotel y volvimos a salir para patear las calles a nuestro capricho, hasta bien entrada la noche.














Por la mañana nos propusimos subir a la muralla, que era el plato fuerte que nos quedaba antes de abandonar la ciudad. El buen tiempo favoreció que lo disfrutáramos plenamente. Las vistas son preciosas.
















Al bajar de la muralla nos encontramos con una exposición de coches antiguos, que estaba aglutinando a mucho público, amantes de este mundillo como Mane. Uno de los coches era un Seat 128, que tuvimos en los años 80, cuando todavía éramos novios. Le hizo mucha ilusión y le trajo buenos recuerdos.



Al emprender el regreso de vuelta a casa, hicimos una parada en Barco de Ávila para visitar a una amiga mía, Marisa, que nos acompañó con su hija. Un ratito corto, pero dio de sí para pasar unos momentos muy agradables, sobre todo por lo magnífica que fue con nosotros como anfitriona. Queda pendiente para otro día ir a verla con más tiempo, que merece la pena bañarse en sus piscinas naturales.



¡Hasta la próxima escapadita!






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