Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

miércoles, 24 de junio de 2020

Mejores

Desde el comienzo de este deplorable capítulo de nuestra historia leo, en muchos medios y redes, que esta pandemia nos hará mejores. Aquellos aplausos, con el “Resistiré” como banda sonora original de la anhelada victoria contra el maléfico virus; aquellos balcones, convertidos en escenarios públicos y en rampa de lanzamiento a domicilio para todo tipo de artistas; aquella emoción contenida, ante tanta ofuscación y tanta incertidumbre; aquel agradecimiento contagioso, para todos y cada uno de nuestros nuevos héroes… Todo en el ambiente olía a perfume de santidad: casi podíamos intuir un aura alrededor de cada cabeza viviente, y las asustadas miradas se tornaron misticismo en estado puro.
Pero la cabra siempre tira al monte, y el ser humano olvida pronto el altruismo, la generosidad, la empatía, la solidaridad, en cuanto empieza a sentirse algo más fuerte y seguro, dando al traste con su romántica actitud en los albores de este cataclismo que, por otra parte, no ha hecho más que empezar a repartir dificultades, sanitarias y económicas, que van a durar más que un traje de pana.
He sido testigo de intolerantes discusiones en grupos de whatsapps que han llevado a sus miembros a salirse del chat; manifestaciones en redes sociales que han desencadenado encarnecidas críticas y polémicos debates; familiares que han dejado de hablarse por abismales diferencias en sus puntos de vista ideológicos y políticos. La competitividad salta al cuadrilátero: PSOE versus PP, PODEMOS versus VOX, Cayetana versus Iglesias, Abascal versus Sánchez, OMS versus Simón, Pérez de los Cobos versus Marlasca, Delcy versus Ábalos, y un largo etcétera de combates cuerpo a cuerpo, mientras un público enfervorecido jalea o abuchea según sus apuestas.
Hay que digerir la nueva situación, enfrentar las pérdidas y afrontar nuevos retos, inmersos en una conmoción generalizada, en un miedo paralizante, que ha desestabilizado nuestros esquemas. Basta con hacer una lista de cosas sencillas que hemos tenido que aparcar por culpa del confinamiento. Muchas de esas renuncias del día a día han venido para quedarse a vivir entre nosotros, sin permitirnos derecho a réplica.
Cada cual debe hurgar en su interior para dinamitar su ansiedad, pero nos llevará tiempo armar nuestro nuevo mundo entre todos, y que merezca la pena habitarlo.
¿Mejores…? Lo dudo, solo hay que repasar la historia, aunque sea de puntillas. ¿Fuimos mejores después de pandemias anteriores? ¿Fuimos mejores después de masacrar con la bomba atómica? ¿Fuimos mejores después de la guerra civil del 36? Desde luego, más resilientes: fuimos capaces de resurgir de nuestras cenizas y sobreponernos a experiencias desoladoras. El futuro es impredecible, pero quiero imaginar que se nos han bajado los humos en su justa medida, se han puesto de relieve las carencias de esta sociedad engreída y se ha potenciado el espíritu de colectividad de una gran mayoría.
Pongamos a cero el marcador de besos y abrazos, el marcador de sonrisas, el marcador de miradas que lo dicen todo. Ojalá eso nos haga un poquito más humanos, más humildes después de esta ristra de desgracias. 

¿Mejores…? Ojalá. El tiempo lo dirá.



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