La promoción del 75, que terminó sus estudios en el colegio en 1992, celebró hace unos días sus "Bodas de Plata". Empezamos con una Eucaristía preciosa, en la que cantaron como cuando eran colegialas, hicieron las lecturas, las peticiones, la acción de gracias, y hubo un emocionado recuerdo para una compañera recientemente fallecida. Tras la misa, la imposición de insignias.
Cuando recibí su invitación a la fiesta me sentí muy halagada. Hemos sido muchos los profesores que durante años hemos contribuído a su educación académica, y solo unos cuantos los invitados al evento, elegidos por ellas democráticamente. Y digo ellas, porque aún no ha pasado tiempo suficiente para que la primera promoción mixta alcance este momento crucial de su vida.
Los que nos dedicamos a la docencia sabemos por experiencia que no todos los grupos son iguales, y estuvimos de acuerdo al intercambiar impresiones y concluir que esta promoción aglutinó alumnas excepcionales. Buena prueba de ello dieron en la fiesta, pensada con mimo para disfrute de sus maestros y de ellas mismas.
A cada uno de los profesores invitados nos dieron nuestro momento de protagonismo, leyéndonos sinceras palabras de reconocimiento, que nos hicieron saltar alguna lagrimilla de emoción. Y es que, como dijo Pepe, este es el auténtico pago para un maestro y su verdadera satisfacción: que sus alumnos le agradezcan con el tiempo su entrega y su sacrificio por ellos.
También nos hicieron jugar a "Pasapalabra", poniendo a prueba nuestra memoria de aquellos años. Fue divertido responder sus preguntas, con el rosco artesano hecho con un aro y pegatinas con el abecedario.
Gracias por hacerme partícipe de vuestra celebración. Me sentí muy a gusto, y orgullosa de haberos tenido como alumnas. Todo un honor, chicas.
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