Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

jueves, 5 de enero de 2017

Triste, pero real



Llegar a ser mujer madura tiene sus pros y sus contras: no tengo que labrarme un futuro, no sufro por un amor platónico, no me viene la regla durante una excursión, no hay peligro de embarazo… Pero también se pierden algunos privilegios por el camino: ya no crees en los gnomos, ni en las hadas, ni en los príncipes azules, ni siquiera en los Reyes Magos. Y cuando no se cree en Sus Majestades, ellos te castigan con el látigo de su indiferencia, y no pasan por tu casa el 6 de enero. Así que, si quieres merecer algún regalo ese día, debes procurar encomendarle el recado a alguien de tu confianza, que conozca tus gustos y no defraude tus expectativas. El resultado puede parecer igual, pero no es lo mismo, dónde va a parar, hay una millonada de ilusión de diferencia.  




En las casas en las que viven niños la magia se mantiene viva, pero yo estoy en esa estrecha franja de años en la que los hijos se han hecho mayores, pero los nietos aún no corretean por los pasillos. No sé cuánto durará, pero hoy por hoy, mi emoción más grande este día es irme comiendo el roscón, a ver si encuentro el regalito en mi trozo. O el haba, en cualquier caso yo lo compro y yo lo pago para todos.
Tantos años llevamos la inocencia ceñida al talle, que acabamos perdiendo ambas cosas por culpa de un atracón de dudas… y del roscón de Reyes. Triste, pero real. ¡Qué pena, por Dios! Mañana ya veremos qué pasa, pero hoy me acabo mi roscón de nata aunque reviente, a ver si se me pasa el disgusto que tengo. Madura y golosa, a nadie le amarga un dulce.



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