El año nuevo no trae versos
debajo del brazo. Este primer día del calendario no ha sido lo que se dice
poético, salvo por esa perniciosa melancolía no exenta de hastío que ha ocupado
posiciones desde que abrí el ojo. Mis músculos y mis articulaciones pasan hoy
su factura por la carrera de S. Silvestre en la que ayer les obligué a
participar. Mi organismo necesita una limpieza interior profunda, depurar las
toxinas acumuladas en los excesos de estos días, y reclama asimismo con
desesperación paz de ánimo, imposible de conseguir entre tanto ruido y tantas
luces, y tanto presente obligado, envuelto todo en brillante papel de regalo.
Siento deseos de salir huyendo y desdibujarme en el horizonte, y sin embargo
sigo anclada al asiento de la rutina, zarandeada por la corriente que te
arrastra irremediablemente, con la mirada lánguida perdida en el infinito. Mañana
buscaré un poema entre mis telarañas mentales que rime con mis sueños.
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