Otro año más he podido disfrutar del ambiente festivo que envuelve la Plaza Alta con la alegría reinante entre los participantes de la carrera popular más divertida del año: la S. Silvestre, que siempre despide el último día del calendario al trote o al galope, calzada con deportivas y chándal, y en muchos casos luciendo las mejores galas carnavaleras. Mi dorsal ha sido el 609, y esa magnífica foto ha sido tomada por Concha Corrales, que generosamente me la ha cedido.
Cinco kilómetros contemplando vistas del Casco Antiguo de Badajoz, bajo un espléndido sol de invierno y un cielo azul deslumbrante.
En esta ocasión el recorrido ha sido más corto, pero se han dado dos vueltas al circuito. La consecuencia más indeseada para mí de este cambio ha consistido en tener que subir dos veces la cuesta que lleva desde Puerta Trinidad hasta las Casas Coloradas. La pendiente es muy pronunciada y te parte literalmente las piernas. Sobre todo a mí, o a los que como yo no se han entrenado para el evento. Por eso al día siguiente tuve que sobrellevar, como buenamente pude, unas hermosas agujetas que me torturaron hasta lo insoportable. Pero aún con todo me siento feliz de haber participado y de conseguir algo muy básico que siempre me propongo: no parar de correr y cruzar la meta. Objetivo logrado.
¡Hasta la próxima!
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