Las reuniones familiares son una
bendición cuando la familia está bien avenida, y éste es nuestro caso. Mi
suegro siempre aconsejaba a sus hijos que mantuvieran con sus primos una
relación cordial y cercana, y desde luego su acertada recomendación se lleva a
cabo como si de un decreto ley se tratara.
Sobrepasan la veintena los Gómez, de
primero o segundo apellido, repartidos por distintos puntos de la geografía
española: los Gómez González-Castell, los Coco Gómez, los López Gómez, los
Marcos Gómez y los Bonilla Gómez. Este fin de semana han acudido a la
convocatoria un buen puñado de ellos, con sus respectivas familias, desde
Zaragoza, Madrid, Cáceres, Aceuchal, Montijo…
Hasta cuatro generaciones han
coincidido en el encuentro. Hemos cocinado, comido, bebido, charlado, bailado, nadado,
volado y navegado en menos de 48 horas, en una divertida programación en la que
han ejercido de anfitriones un representante de cada familia de los que residen
en Badajoz. Gracias especiales al primo Enrique, que se ha multiplicado para
llegar a cada detalle, sin perder ni por un segundo su alegría contagiosa y su
buen humor.
Las fotos hablan por sí solas:
desde mediodía del sábado, el punto de encuentro estuvo en un punto de la
carretera de Valverde, y la juerga se alargó hasta bien pasada la media noche.
Sobre todo porque había que levantarse pronto para ir al aeródromo en el que
nos esperaban varias avionetas, la de Enrique y las de todos los compañeros que
comparten con él la pasión por volar, para sobrevolar Badajoz y los
alrededores.
De allí hacia el Pantano de
Alqueva, para dar un paseo en barco y comer todos juntos en Juromenha, después
de un fatigado ascenso desde la orilla hasta el restaurante por una empinada
escalinata, que escalamos bajo un sol de justicia.
Fin de semana maravilloso,
empañado por la pérdida de Bale, la mascota de los Álvarez Gómez, que sufrió un
desgraciado accidente, y ahora alegra con sus ladridos y sus juegos el cielo de
los perros. Un abrazo muy, muy especial para los cuatro, que hicieron un gran
esfuerzo por sobreponerse y no alterar los planes previstos.
Estoy orgullosa, una vez más, de
nuestra gran familia. No me cansaré de decirlo.
¡Arrivederci!
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