Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

miércoles, 24 de junio de 2015

Por tierra, mar y aire



Las reuniones familiares son una bendición cuando la familia está bien avenida, y éste es nuestro caso. Mi suegro siempre aconsejaba a sus hijos que mantuvieran con sus primos una relación cordial y cercana, y desde luego su acertada recomendación se lleva a cabo como si de un decreto ley se tratara. 


Sobrepasan la veintena los Gómez, de primero o segundo apellido, repartidos por distintos puntos de la geografía española: los Gómez González-Castell, los Coco Gómez, los López Gómez, los Marcos Gómez y los Bonilla Gómez. Este fin de semana han acudido a la convocatoria un buen puñado de ellos, con sus respectivas familias, desde Zaragoza, Madrid, Cáceres, Aceuchal, Montijo… 


Hasta cuatro generaciones han coincidido en el encuentro. Hemos cocinado, comido, bebido, charlado, bailado, nadado, volado y navegado en menos de 48 horas, en una divertida programación en la que han ejercido de anfitriones un representante de cada familia de los que residen en Badajoz. Gracias especiales al primo Enrique, que se ha multiplicado para llegar a cada detalle, sin perder ni por un segundo su alegría contagiosa y su buen humor.





Las fotos hablan por sí solas: desde mediodía del sábado, el punto de encuentro estuvo en un punto de la carretera de Valverde, y la juerga se alargó hasta bien pasada la media noche. Sobre todo porque había que levantarse pronto para ir al aeródromo en el que nos esperaban varias avionetas, la de Enrique y las de todos los compañeros que comparten con él la pasión por volar, para sobrevolar Badajoz y los alrededores. 



De allí hacia el Pantano de Alqueva, para dar un paseo en barco y comer todos juntos en Juromenha, después de un fatigado ascenso desde la orilla hasta el restaurante por una empinada escalinata, que escalamos bajo un sol de justicia.

 

Fin de semana maravilloso, empañado por la pérdida de Bale, la mascota de los Álvarez Gómez, que sufrió un desgraciado accidente, y ahora alegra con sus ladridos y sus juegos el cielo de los perros. Un abrazo muy, muy especial para los cuatro, que hicieron un gran esfuerzo por sobreponerse y no alterar los planes previstos.



Estoy orgullosa, una vez más, de nuestra gran familia. No me cansaré de decirlo.




                                  ¡Arrivederci!

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