Esto no es Jauja

Tocaron al timbre esta mañana. Eran dos muchachitos jóvenes con una maleta. Venían pidiendo, y tenían buen aspecto. Les pregunté de dónde venían: uno de ellos era rumano y el otro nos dijo que era de la zona del Valle del Jerte. Querían trabajar en algo, les dije que no me era posible ofrecerles trabajo, les di algo de dinero y se marcharon despidiéndose educadamente, agradeciendo la ayuda, mientras mi marido y yo nos quedamos con una gran preocupación y tristeza  por estos muchachos, que tienen una edad aproximada a la de nuestros hijos.
  

 

Hemos vivido una época de prosperidad y abundancia que ya no volverá, por culpa de una poderosa minoría de privilegiados inmisericordes y déspotas. Lo que nos toca ahora es sufrir estrecheces, cuando no sórdidas miserias, y acostarnos cada noche con la congoja por pijama. Nuestras calles nunca más se empedrarán con piñones, ni correrán por ellas arroyos de leche y miel, tal y como describía exageradamente Lope de Rueda que ocurría en Jauja, paradisíaca ciudad cordobesa, que fue ejemplo de una comunidad sin aprietos.

             Está claro que esto no es Jauja.