Terminar agosto y empezar a exprimir el concepto de “síndrome postvacacional” es todo uno. Me viene a la memoria la frase de Saritísima, cuando los periodistas la abordaron tras su boda civil con el cubano: “Pero, ¿qué invento es éste…?”
Es verdad que después de relajar los estrictos horarios laborales, retomarlos a la vuelta de las vacaciones puede acarrear algún trastorno del sueño, y que correr y multiplicarse para atender el trabajo, asuntos familiares y domésticos puede provocar estados de ansiedad.
Pero no podemos olvidar que hay millones de compatriotas que padecen insomnio pensando que al día siguiente no tendrán que madrugar, y sufren ansiedad en niveles desaconsejados para su salud al constatar que su nevera está semivacía, su bolsillo en números rojos, sus hijos sin libros, en puertas del comienzo del curso, la bombona sin gas y están a punto de cortarle la luz por falta de pago, todo ello sin la nostalgia de una estampa marítima o el regustillo de unas gambitas blancas. Y entonces, si tenemos algo de vergüenza, se nos tienen que quitar todas las tonterías de un plumazo.
Adoptemos una actitud optimista y dibujemos una sonrisa en la cara, en señal de agradecimiento, por estar entre las filas de los privilegiados que pueden permitirse el lujo de trabajar y disfrutar unos días de asueto, aunque nos persiga la sombra de ese síndrome de temporada.
Publicado en "Cartas al Director" del diario HOY el viernes 6 de septiembre de 2.013.
ResponderEliminar