Esta lágrima que juega
en el tobogán de mi mejilla
no sabrá decirte lo amargos
que me saben tus reproches,
lo desnuda que se siente mi espalda
bajo el látigo de tus palabras,
ni lo que aprieta mi garganta
la soga de tu desconfianza.
Detrás de mi silencio
se esconden determinaciones confusas,
propósitos inconfesables,
gritos ahogados por la impotencia,
huida desesperada a ninguna parte.
En mi vientre yacen desperdigadas
las mariposas que antaño revoloteaban alegres
con la sospecha de tus pisadas,
con el cruce de tu mirada cómplice,
con el roce de tu mano en mi cintura.
Se oye un murmullo ensordecedor
en mi cabeza, acompañado
del redoble de mi corazón desbocado,
y en mi boca mastico
todos los besos que no te he dado,
para que no te enteres
todo lo que me callo.
Se me echa encima toda la tristeza
de mi patética soledad en compañía,
como una losa.
Toda la melancolía de mi decepción,
como una lápida.
Todo lo oscuro de mis frustraciones,
como un velo.
Todo lo borroso de mi horizonte,
como una densa niebla.
Detrás de mi silencio el humo de los rescoldos no me deja respirar.
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