Soy cosecha del 60, que no fue mal año. Si las cuentas no me fallan, y no quisiera empeorar el informe Pisa, hoy cumplo 52. Es un día laborable, y por lo tanto, poco apropiado para celebraciones: mi marido lleva liado mañana y tarde con asuntos profesionales, mi hijo Alberto hace horario de trabajo -por cierto, le han renovado otros seis meses su contrato, estamos de enhorabuena-, Enrique tiene clases en la universidad, y Lu prepara la PAU y su graduación de bachillerato, que es mañana viernes.
Yo he tenido mis clases en el colegio, pero ha sido una jornada especial. Mi compañera Marisa dijo por megafonía, cuando estaban todos los alumnos formando filas en el patio para la oración del mes de mayo, que era mi cumpleaños, y todos me cantaron, en español y en inglés, el "happy birthday" a coro, mientras yo saludaba desde la ventana como una reina.
He recibido besos, abrazos, halagos y muestras de cariño por donde pasaba. Y cuando he llegado a mi casa, mi hijo Lu me ha recibido con mi copita de vino tinto y unas tapitas de queso para acompañar, que me han sabido a gloria bendita mientras preparaba la comida.
AUTOPOECUMPLESÍA
Aquí estoy
vestida de mayo,
cuajada de lentejuelas.
Cincuenta y dos son,
que brillan
sobre mi piel tatuada
de terciopelo maduro.
Se arracimaron los calendarios
sobre el alféizar de mi ventana.
Levanta la aldabilla
que custodia mi corazón,
quiero escanciar una sonrisa
que llueva sobre tu pelo.
24 de mayo de 2012
Gracias a todos los que me habéis felicitado, pero sobre todo las gracias a los que lo han hecho de corazón.
MUASES
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