Pasada la euforia del clásico celebrado anoche, tras el cual quedaron triunfantes los blancos y abatidos los azulgranas, despertamos hoy domingo con los mismos problemas trascendentales, que nada tienen que ver con el fútbol, o con más si cabe.
Los ministros Sáez de Santamaría, Wert y Mato explicaron ayer, largo y tendido, en rueda de prensa, las medidas que se adoptarán para ahorrar diez mil millones de euros, a través de recortes en Televisión Española, en Sanidad y en Educación.
Muchas de estas medidas afectan a mi presupuesto, como a la mayoría, pero a decir verdad, es la primera vez que veo tomar las riendas de la situación de crisis con un par, sin intenciones de hacer amigos. Espero que ciertamente nos lleven por buen camino para ir subiendo poco a poco a flote, a fuerza de nadar hacia la superficie lastrados con pesados sacrificios.
Lo que más rabia me da es que Mariano nunca habló con claridad de estas medidas antes de las elecciones, a sabiendas del coste que le reportaría en número de votantes. Picaresca a la española, es nuestro sello, y a estas alturas, todavía hay quien cae.
Lo triste es comprobar que con posibilidades económicas, aunque estén mermadas, uno puede aspirar a una cierta calidad de vida, pero con dificultades económicas, o sin trabajo, la prioridad se llama supervivencia. Sobrevivir cada día, cada mes, llegar al año que viene, como sea.
A los pensionistas les perjudicará tener que pagar 8 € para conseguir sus medicamentos, esa cantidad tan pequeña a primera vista, es una compra con la que pueden comer varios días. Se me ocurre la iniciativa de adoptar un pensionista muy necesitado y sufragarle este suplemento sanitario de ahora en adelante, cada mes, para que no sufra más carencias de las que ya asume.
Los universitarios tendrán que ponerse las pilas, las matrículas suben un pastón, y suspender asignaturas tendrá consecuencias importantes en el precio para volver a cursarlas. Ha llegado el momento de revalorizar el esfuerzo, tan denostado en las nuevas generaciones, aunque el incentivo sea el castigo económico para los padres.
¡Que Dios nos coja confesados...!
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