Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

sábado, 7 de abril de 2012

Arcoiris





       Hastiada de las condiciones climatológicas, que condicionan a su vez las actividades del día a día, me levanté esta mañana con la firme decisión de volver al nido. Se acabó la playa, se acabó la tiranía de salir, tomar el sol o bañarse cuando el tiempo, todopoderoso, te lo permita.

      Partimos alrededor de las seis de la tarde, ya sabéis, después de comer hay que recoger la cocina, limpiar el frigorífico de comida perecedera, recoger la ropa del tendedero, bajar la basura, pasar la bayeta y el mocho por los baños, acoplar el equipaje en el maletero, desenchufar por aquí y por allá, hacer el último pis, cerrar la llave de paso del agua, bajar las persianas,...¡ay, que me da el sofoco solo de recordarlo!

     Y luego, conduce tres horas seguidas, ahora llueve, ahora me deslumbra el sol, ahora me estorba el camión y no puedo adelantar en raya contínua, o sea, la rutina de costumbre. Menos mal que los niños ya no nos acompañan, incordiando desde el asiento de atrás peleando entre ellos, pidiendo patatas fritas o chocolate, agua, un baño, o "mami, creo que voy a vomitar...", a Dios gracias esa etapa ya quedó en el túnel del tiempo.

     Durante bastantes kilómetros hemos podido disfrutar de un espléndido arcoiris, que ha decorado un paisaje ya de por sí maravilloso.

     
      Y aquí estoy de nuevo, al frente del batallón. Mi pobre Enrique con la cara hinchada por culpa de la muela del juicio, Lu sorprendido al vernos llegar sin previo aviso, con el sótano lleno de amigos, y Alberto que a estas santas horas ni siquiera ha llegado a casa, y eso que es el que menos sale habitualmente.

     Mañana empezaré a poner en orden los desaguisados, aunque después de una primera inspección, no está la cosa muy maleja.


                 ¡HOGAR, DULCE HOGAR!

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