Hoy no he dejado de pensar en la vuelta a casa, quiero decir adelantarla, en vista de las previsiones meteorológicas para los tres últimos días de vacaciones. Me iré con las ganas de coger colorcito, con la cara tan demacrada como cuando vine. En fin, ya me aburriré de sol y de calor, que nunca llueve a gusto de todos, y en esta ocasión el agua es auténtica necesidad.
Pasó el Jueves Santo sin pena ni gloria. A última hora de la tarde, en cuanto la lluvia ha hecho un paréntesis, todos han salido de sus escondrijos para ocupar calles, paseos, avenidas, veladores y locales de diversa índole, casi con desesperación por recuperar el tiempo perdido.
Y yo sigo inmersa en esta profunda melancolía, anhelando que una sirena me conduzca a la superficie antes de ahogarme irremediablemente.
Entre mi boca
y mis palabras
repican campanas
de muerte.
Vibra en el aire
la ausencia,
vuela muy alto
el olor de
la alegría.
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