Donde antes había un horizonte,
un sueño, ahora solo diviso recodos del camino que me impiden ver y anticiparme
a los acontecimientos. Y detrás, lo sorprendente, lo inesperado: a veces sustos
o desasosiegos, otras un remanso de paz, lágrimas y penas o grandes
satisfacciones regadas con sonrisas; caricias y agradecimientos o patadas
directas al alma.
Cada esquina del tiempo dibuja un
paisaje nuevo fuera de mi control. No está en mi mano mover los hilos de la
vida, que me engulle como gota en una nube.
Ya no pesa tanto el lastre de las
obligaciones, cuyo lugar ha venido a ocupar la responsabilidad de ejercer como
escudo protector de los míos y como guardaespaldas de la novela de su diario
transcurrir, con lo que eso conlleva de sentimiento de frustración,
incapacitante cuando todo se vuelve en contra.
Seguir en pie, eso es lo
verdaderamente esencial, erguida y con la cabeza fuera del agua fecal
circundante. Llenar el pecho de orgullo por conseguir seguir siendo una heroica
superviviente de esta perra existencia.
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