Desde el mismo instante en que una de nosotras lanza la convocatoria para reunirnos, empieza la celebración: conciliar fechas, repartir la lista de comidas o bebidas que aportar, y ¡por fin! el encuentro.
Un día redondo: buena temperatura, ganas de pasarlo bien y recordar viejos tiempos, un entorno maravilloso y unos anfitriones entregados. Brindamos por los presentes y por los ausentes, y comimos, bebimos y hablamos como si no hubiera un mañana.
Un día, sin duda, inolvidable. Amigas para siempre, amigas desde siempre, removiendo recuerdos de adolescentes con frescura y con alegría, confluyendo en un punto de nuestro camino, aunque hemos recorrido distintos senderos para llegar hasta aquí.
Carpe diem. Gracias a la vida, que me ha dado tanto...
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