En
abril de este año se llevó a cabo en el colegio Sagrada Familia FEC un interesante proyecto denominado “La Nacencia”, por el cual nuestros
alumnos fueron testigos presenciales del proceso de incubación de huevos de
gallina, hasta que nacen los pollitos. El diario HOY se hizo eco de la noticia. Aprendieron
en vivo y en directo, con una emoción indescriptible, cómo rompían el cascarón
y se asomaban al balcón de la vida. Una vez terminado el curso, los pollitos
fueron ubicados en el campo de algunos de los alumnos y profesores, y nuestro
pequeño gallinero se quedó vacío.
Esta semana, como continuación del proyecto,
algunos de aquellos pollitos han vuelto adultos al patio del colegio. La idea
es que los alumnos asistan a la puesta y recogida de huevos. Solo hay que ver
las caritas de los niños contemplando estos animalitos en su día a día, para
comprobar su entusiasmo por esta lección tan fascinante. En esta pequeña granja
pedagógica contamos con un gallo. Un gallo con buenos pulmones que canta sin
desafinar ni una nota, desde que sale el sol, como está mandado. Probablemente
muchos de nuestros niños urbanos, casi nacidos en cautividad, nunca tendrían la ocasión de oír este canto
del gallo, si no fuera porque se lo hemos traído a domicilio, a su colegio,
para que acabe resultándole familiar, como lo era tiempo atrás, cuando la vida
transcurría más en comunión con lo natural y no existían Internet, ni redes
sociales, ni tabletas, ni whatsapps, ni videojuegos.
Pero la intolerancia ha
hecho acto de presencia en menos que canta un gallo, por culpa del gallo que
canta a pleno pulmón desde el gallinero del patio de las Josefinas. Y las protestas de algunos vecinos de los edificios
colindantes se han hecho notar. Resulta que no les gusta el concierto de
nuestro gallo, ¡vaya por Dios! Aguantan el ruido de los motores de los
vehículos que transitan por su calle, los ladridos de los perros de sus
vecinos, el llanto de algún bebé insomne, pero el canto del gallo… ¡eso no!
Pues
nada, desterraremos al gallo por imperativo vecinal, pero dejaremos a nuestras
gallinas ponedoras en el corral, así los niños podrán aprender de dónde
proceden los huevos fritos que cenan de vez en cuando, mojando miga de pan en
una yema amarillita, rica, rica y con fundamento.
Vaya, nos quedamos sin gallo en el corral. Lástima que no haya aprendido a cantar con soniquete de whasap.
ResponderEliminarYolanda
Ohhhhhhhhh! Elena vino ayer encantada y alucinada de lo fuerte que canta el gallo!!!! Se tenía que haber tragar e silbato del poli y asi no se notaba....
ResponderEliminarQue no se lleven al gallo por favor. A mi me encanta oírlo.
ResponderEliminarHay gente muy delicada con la contaminación acústica, pero el gallo no tiene medalla de oro por los decibelios de su canto. En fin, nunca llueve a gusto de todos, los niños encantados con el invitado y los vecinos lo han declarado "animal non grato".
ResponderEliminarPublicado en "Cartas al Director" del diario HOY el miércoles 18 de octubre de 2.017.
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