Mi suegra, a la que siempre
admiraré, alejada años luz del odiado y vilipendiado prototipo, mujer culta,
equilibrada y sabia donde las haya, me decía que era conveniente disponer de
algunos platos viejos o en desuso con el objeto de poder estrellarlos
estrepitosamente en momentos puntuales, para liberar tensiones de la vida
cotidiana y equilibrar el karma. Siguiendo su consejo he ampliado a tal efecto,
con el tiempo y la experiencia, las posibilidades de munición, al tiempo que
propicio no flaco favor al medio ambiente. A saber: hago acopio de una
considerable cantidad de vidrio desechable y doy un plácido paseo con las
bolsas repletas hasta el contenedor más próximo (quien mueve las piernas, mueve
el corazón…) Una vez allí, y comprobado que no estoy siendo observada –cosa que
no favorecería mi imagen- me entrego al placer del destrozo de cada pieza,
arrojándolas al interior del iglú con todas las energías negativas retenidas en
mi alma, buscando en cada nuevo intento el rincón donde más añicos se hagan y
más consecuencias auditivas produzcan. Tratamiento sintomático de origen no
farmacológico con efectos sedantes inmediatos. Menudo ahorro en
psicoterapeutas. Y no hace falta receta electrónica.
"Carta al Director" del diario HOY publicada en septiembre de 2010.
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