Yo no soy Jeannette. Deambularé sin atisbo de entusiasmo, pero
también sin protestar de manera contundente. Me dejaré llevar en
volandas por la corriente, pero no moveré ni un solo músculo para recorrer este
sendero de cantos de sirena y espejismos de felicidad que nos rodean cada diciembre. Yo no soy rebelde. Y una vez más
compraré, cocinaré, comeré, beberé y compartiré alegrías de humo, que no harán
más que marcar aún más las diferencias entre semejantes, que pondrán más de
relieve los desencuentros dormidos. Yo
no soy audaz. No seré nunca capaz de romper las cadenas que me
aprisionan, de escapar de la tela de araña tejida por injustos convencionalismos
sociales, de enfrentarme a mis demonios, de sincerarme conmigo misma y con los
falsos profetas. Yo no soy fuerte. Estoy
en línea de salida para recorrer la pista de protocolos, de cumplimientos, de
imperativos sociales, de despilfarros, de hipocresías, de frivolidades, de injusticias,
de miserias que corren a nuestro lado, y llegaré a la meta con la tripa llena y
los bolsillos vacíos, con la alegría desgastada y la autocompasión rebosante,
con la esperanza mutilada y la frustración emergente. Y de nuevo volverá mi alma a
mirarse en el espejo con autocomplacencia. Yo
no soy valiente.
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