Em-blesa-da me quedé al saber que, en menos de 24 horas, el señor Blesa reunió la nada desdeñable cifra de dos millones y medio de euros para pagar la fianza que le permitía volver a su casa, como si aquí no hubiese pasado nada de consideración. Lo que habrá chorizado presuntamente para permitirse ese lujo, al alcance de pocos, a costa de las miserias de tantos españolitos, que ni en toda una vida de sudores conseguirán ganarlo honradamente.
Y no es que sienta envidia que me incapacite para alegrarme de la rebosante felicidad y abundancia que este hombre haya podido disfrutar hasta su imputación, no. No son necesarias grandes dosis de imaginación para criticar a este presunto delincuente, ni a otros por el estilo, que haberlos, haylos, como las meigas.
Está comprobado que todo el que llega a la cima de la pirámide social aprende rápido a bucear en el lodo de su piscina comunitaria, la que comparten en ese ático de lujo políticos y banqueros.
Y yo, aquí estoy dilucidando si padezco el síndrome de Solomon, o si soy una envidiosa, sin más.
Au revoir...
Publicado en la sección "Cartas al Director" del diario HOY, el miércoles 22 de mayo de 2.013.
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