He empezado las clases a tope. Llevo cuatro días, y ya el cansancio
empieza a hacer mella. Me propuse poner a punto a mis alumnos, después de todo
un verano de una relativa inactividad deportiva, y me he puesto manos a la
obra, haciendo al mismo tiempo que ellos todos y cada uno de los ejercicios
físicos, con los que han despertado de su letargo músculos, tendones,
articulaciones y demás fauna de su anatomía, y de paso de la mía. Veinte horas
desde el lunes, sudando la gota gorda en el colegio, más las que paso en el
gimnasio a título personal. Ya casi hemos llegado al fin de semana, y la vida
se ve de distinto color, aunque las obligaciones domésticas y familiares no me
abandonan ni empujándolas.
Hace tiempo que no escribo. Bueno, alguna carta al periódico, pero me
refiero a mis otros escritos. Tengo a medias dos relatos desde este verano,
pero una vez inmersa en la corriente de la rutina de trabajo, me es difícil
encontrar, no ya el tiempo necesario, sino la ocasión propicia de silencio en
la casa y serenidad en el ánimo.
Los horarios y las necesidades ineludibles minimizan en parte el
cosquilleo que me producen las mariposas que revolotean en mi barriga. Ahí
dentro, muy adentro, se vislumbra un halo de tristeza. Lo intuyo también en los
demás, es como si cada sonrisa se dibujase en los rostros como una mueca forzada.
Son apreciaciones subjetivas, pero algo me dice que están asentadas en sólidos
argumentos.
Tengo que empezar mi particular lucha
contra la tristeza sin sentido, las decepciones crónicas, la tendencia a la
depresión, los miedos a la impotencia frente a las adversidades, y comenzar a
reafirmar mi autoestima, a valorar las infinitas posibilidades de las
menopáusicas cincuentonas, a mirarme al espejo sin la lupa de las
imperfecciones y a nutrir mi vitalidad innata embadurnando de entusiasmo cada nuevo
proyecto.
¡ALLÁ VOY! Estos versos recién salidos del
horno constituyen una firme declaración
de intenciones.
DORMIR SOBRE EL TEJADO
Necesito
encarcelar
en un
poema mi alma,
y busco pero no encuentro
palabras
para esposarla.
Esta
noche de joven otoño
quisiera
dormir
desnuda
sobre el tejado,
emborracharme de luna,
escuchando
los boleros
por grillos
tarareados,
abrigarme
con un manto
de
madrugada, estrellado.
Y despertar suavemente
con tenues
luces del alba,
sentir
su amante caricia,
cubriendo
mi piel dorada,
de
terciopelo maduro
y de
sedas perfumada,
besar
mis párpados cansados
con sus
labios de manzana,
meciendo
mis falsos miedos
entre
abrazos y baladas,
y
trenzando mis cabellos
con
alegres carcajadas.
Dormir
sobre el tejado, pretendo,
contemplando
el universo
sin
cometer pecado, entendiendo,
que hay
que soñar arcoíris,
que
hay que agitar los pañuelos,
que
hay que ir subiendo peldaños
que
nos alejen del suelo,
amamantar
ilusiones
y
vencer al desaliento,
sea
de día o sea de noche,
en
oasis o en desiertos,
aunque
esté nublado el cielo,
el
corazón tenga frío
o en
el alma esté lloviendo.
Dormiré
sobre el tejado,
al menos,
eso deseo.
Mira Maribel, no me estraña nada..., nada... que hayas tenido que pegarte la paliza de hacer las 25 horas de deporte al tiempo que tus alumnos, y que además durante la semana también te hayas pasado por el gimnasio.
ResponderEliminar¡¡¡ Es lo mínimo que puedes hacer después del "jartón" de empanada con sabrasada ibérica que te comiste el fin de semana pasado.!!!
Seguro que mientras comías empanada (que rica) no sentías ningún síntoma depresivo ni te acordabas para nada de "problemillas menopáusicos que las cincuentonas disfrutamos".
Si has contestado... NO, NO SENTÍA NINGÚN SÍNTOMA...
eso quiere decir que hay que disfrutar más de cosas tan sencillas como hacer una empanada y comerla rodeada de "tus amores".
Comer esa empanada... tan poca cosa y tan grande!!!
Disfrutemos con proyectos sencillos, realizables... seremos más felices... y después soñaremos con dormir en el tejado.
Besos desde EL TERRAO.
Me fascina la simplicidad con la que resuelves mis empanadas mentales. Voy a tener que arrimarme más a ti, y disfrutar los saludables beneficios de una huerta ecológica como la vuestra.Pero no me negarás que dormir sobre el tejado tiene su puntito de romanticismo. Besitosss...
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