Mi alma languidece en el infinito desmayo de una tristeza sin límites, inmersa en un sueño lúgubre y lastimero, indeseable presagio de tinieblas, de negros nubarrones que se ciernen sobre rostros atormentados.
Intuyo, muy a mi pesar, que es el último agosto, el último verano, el último abrazo del mar, el último suspiro de nostalgia. La última despedida, la última caricia de la blanca arena, la última puesta de sol vestida de brisa marina, la última bocanada de serena paz.
Las palabras se amontonan, carentes de sentido, entre mis torcidos renglones. Cuando las recito en voz alta, no reconozco mi propia voz, que mana tosca, grave, de mi seca garganta, y no vibra, como antaño, vitalista y entusiasta.
CIAO
Mis versos, aplanadoramente melancólicos, no son palabras escritas, sino gritos lanzados a un mundo sordo y ciego, que el presente se obstina en disfrazar de resignada rutina.
Intuyo, muy a mi pesar, que es el último agosto, el último verano, el último abrazo del mar, el último suspiro de nostalgia. La última despedida, la última caricia de la blanca arena, la última puesta de sol vestida de brisa marina, la última bocanada de serena paz.
Las palabras se amontonan, carentes de sentido, entre mis torcidos renglones. Cuando las recito en voz alta, no reconozco mi propia voz, que mana tosca, grave, de mi seca garganta, y no vibra, como antaño, vitalista y entusiasta.
Mi pasión se ha trocado en pasmo. Una blanca nube matutina vaga por el cielo, herida por los primeros rayos de sol.
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