Durante años ha sido motivo de debate considerarlo o no tiempo lectivo o complementario dentro de la jornada de trabajo, pero lo que puedo asegurar es que es un tiempo precioso para aquel que presuma de ser maestro por vocación.
Cuando yo vigilo el recreo, me dedico a echar agua oxigenada en algún rasguño, le limpio los mocos a algún alumno resfriado, seco las lágrimas y consuelo a alguna amiga despechada, ejerzo de juez en litigios sobre canicas o cromos, controlo que los niños en sus juegos no molesten a otros niños, escucho con atención sus fantasías, o les doy un beso cuando me dicen lo guapa que estoy hoy. Todas ellas cuestiones de alta complejidad y nobles aspiraciones, consecuencia lógica de la indiscutible importancia de estas personitas.
Como musas son una inagotable fuente, una inocente sonrisa de cualquiera de estos duendecillos está impregnada de poesía.
Aquí os dejo dos que escribí hace ya algún tiempo. El que no se dedique a la docencia podrá opinar que son una simpleza, de parecido estilo a los sencillos versos de Gloria Fuertes, a la que admiro por su particular visión infantil del mundo. Pero así es como yo lo vivo.
GAJES DEL OFICIO
Caminan en procesión
en torno a un accidentado,
que trae el pantalón ajado
y un magnífico raspón.
Con cara de circunstancia
saco gasas y algodón
y le limpio la sustancia.
Echo agua oxigenada,
brota espuma a borbotón,
y pinto la herida con yodo
dibujándole un gran sol.
Soplo con fuerza la herida
para pasar el mal trago,
mientras él traga saliva.
Y va cantando Mariana
para alegrar a su amigo:
“sana, sana, culito de rana,
si no sana hoy,
sanará mañana…”
COSAS DE NIÑOS
Se desliza, transparente,
una profusa cortina,
nublando, casi ocultando,
unas oscuras pupilas,
en un marco azul celeste,
con la mirada perdida.
Las pestañas chorreando
y las lágrimas, cual hormigas,
presurosas van bajando
por regordetas mejillas.
“Seño”, que María José
ya no quiere ser mi amiga,
porque dice que hice trampa
en la última partida,
y que no me da mi cromo
le diga lo que le diga.
Palabritas de consuelo,
con cariño y con paciencia,
pidiéndole con dulzura
a la ofendida, indulgencia,
le quitan hierro al asunto
y le restan trascendencia.
Y al rato están en el patio,
olvidado lo acaecido,
intercambiando sus cromos,
jugando con más amigos
a los “polis” y los “cacos”,
que es un juego divertido.
Y aquí se acaba esta historia,
y aquí no ha pasado nada,
todos cantamos victoria,
no se admiten malas caras.
.
¡Besitos para todos!
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