Tarde aterciopelada
Mi poesía repliega sus frágiles alas.
Un inoportuno rubor desdibuja mis versos,
que agachan sus rimas temblorosas.
Un tacto cálido y tierno
consigue sacarla de su letargo,
susurrándole cuartetos emocionados.
Y la poesía resurge
al ritmo de los latidos del amor.
Esta soledad, que me confunde,
me dicta canciones hermosas
que invocan a Bécquer, adormeciendo
a las musas que danzan alrededor
ataviadas de melifluas metáforas.
Me turba la tarde aterciopelada,
que cubre mis pensamientos
con un manto de nostalgia.
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