Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

lunes, 4 de enero de 2016

Regordimientos



Dejar de fumar, ir al gimnasio y ponerse a dieta no son propósitos muy originales cuando comienza un año nuevo, tras las fiestas navideñas. Una gran cantidad de mortales los asumen y emprenden con pasión, aunque la mayoría no llegan ni a los carnavales. Estos excesos que cometemos desde el principio del solsticio de invierno los pagamos mientras subimos asfixiados la cuesta de enero. 



Todo se torna en arrepentimiento, pesadumbre, desazón, emociones resumidas todas en un término sin cabida en el diccionario –por el momento, que la Real Academia Española está últimamente muy atenta a las expresiones de la calle-, y que no es otro que “regordimientos”: dícese de la compunción por ponerse gorda –o gordo- a causa de la debilidad e imprudencia ante los ricos manjares de las mesas navideñas, degustados con gula, con fruición y con desmesurado desenfreno. 





Una desazón que deja cruel constancia en cremalleras que no suben, botones que no cierran, curvas que pierden su proporcionalidad o básculas cuya sinceridad nos golpea en el trasero. La conciencia se convierte entonces en una obstinada espada de Damocles, de la que es difícil zafarse.



    Mañana será otro día, pero el roscón de nata me lo termino.

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